Enfoque centrado en el (cliente) la persona 3

La idea de este tercer artículo, es poder pensar las dificultades concretas que tiene este modelo para su implementación. Para ello, lo primero que me viene a la mente es la frase de San Francisco de Asís “los santos hicieron las obras, y nosotros refiriéndolas y predicándolas, queremos recibir sólo por esto, gloria y honor”. Es frecuente escuchar en el mundo de la geriatría hacer constante referencia al enfoque centrado en la persona, su importancia, y relevancia pero… se cree que con solo nombrarla o hacer referencia al enfoque la realidad se materializa.

El primer gran problema que tiene el mundo de la gerontología, como todo saber, que tiende a quedarse encerrado en un grupo reducido de sabios, que se iluminan entre ellos. Esto lo podemos observar, cuando se topan sus conceptos predicados, con la realidad del accionar constante de los asistentes, auxiliares, enfermeros o profesionales en la atención diaria a los adultos mayores.

Me animo a esbozar algunas acciones que nos dificultan poder implementar dicho enfoque: el modo de hablar, que es imperativo dando órdenes que se deben cumplir, suponiendo que desde lo imperativo el otro que está dependiente aceptará la imposición.

Este modo de dirigirse al adulto mayor, se hace para hacer las cosas más rápidas cumpliendo los tiempos estipulados para atenderlos, no valorando la subjetividad del adulto mayor, ya que con ese accionar lo estamos cosificando.  Sucede lo mismo al hablar de su salud o de los tratamientos a realizarse, terminan decidiendo otros por él, se hace desde el lugar que la ciencia me habilita a saber qué es lo mejor para él.

Podríamos poner más ejemplos donde se demuestra que lo que cuesta es poder ver al otro como otro, con sus deseos, sueños y búsquedas. Aquí el enfoque, nos para de pies, no dice: “somos iguales al otro” “hablemos de igual a igual” por eso miremoslo como una persona y no como alguien que padece.

Y por qué nos cuesta verlo como un igual?. Claramente porque ese igual, nos hace de espejo, nos obliga a ser empáticos, nos enfrenta con el dolor.  Ahí está nuestro grave problema como sociedad que no podemos “mirar al otro, cara a cara, como un igual”. Claramente esto excede al tema del adulto mayor, porque podemos ver también como nos cuesta ver cara a cara la pobreza de muchos argentinos.

Por ello, el pensar una teoría, y por sobre todo pensar una teoría humanística en el campo de social o de la salud, no obliga a enfrentarnos con nuestros propios dolores, límites y anhelos no resueltos. El animarse a que una Residencia Geriátrica asuma este enfoque es motivarla en su totalidad de su personal para que pueda hacer un trabajo personal en madurez, en poder plantearse los límites personales, sus duelos y sus miedos, sino será imposible poder ser empático, poder dialogar de igual a igual, ser facilitador y acompañar en el tránsito de la vida; que el único modo de hacerlo es hacerlo acompañado.

Enfoque centrado en (el cliente) la persona 2

En este segundo artículo, sobre el enfoque centrado en la persona, me adentro a explicar la teoría rogeriana en lo que creo de mayor relevancia en la atención de un adulto mayor en un geriátrico.

Por ello, debemos remarcar que la psicología humanista hace incapié en el “rol activo” que tiene la persona para dar forma a su mundo interno y externo. Rogers tiene una mirada optimista del ser humano, donde afirma que somos activos y creativos.

Podemos distinguir que:

  • Se basa en que toda persona tiene una tendencia al crecimiento, a la salud y a adaptarse.
  • Para ello pone su eje en los elementos emocionales.
  • La visión está fijada en el “aquí y ahora”.
  • Considera que todo cambio que implique mejoras en el estado de la persona es operante y se manifiesta desde el momento actual, de modo que sus efectos benéficos no son un resultado a esperar en el futuro sino un activo del presente.

La  persona que acompaña en el proceso se denominará “facilitador”. Con ello, se advierte que, en dicha teoría, es clave afirmar  la igualdad entre los actores. El facilitador debe generar una escucha humanizadora, es decir, signada por el respeto, la empatía y la cordialidad. No debe ser una escucha directiva, sino una escucha donde se enfatiza que la relación debe ser horizontal y de igualdad, siempre en la línea de considerar a  la persona (o cliente) como  la responsable y única gestora de sus cambios.

De este modo, el objetivo es enfocarse en la persona, en que pueda creer, sabiendo que solamente ella (el cliente) podrá resolver sus dificultades y problemas. Nunca se centra en el problema, porque ello sería mirar una parte del todo y no el todo. Sería no ver la totalidad de la persona

La meta es ayudar a la persona a crecer, no a resolver su problema. De esta manera, será el mismo cliente el que podrá resolver su problema actual  -y los que se presenten en el futuro- de una manera más eficaz.

Si el terapeuta deviene facilitador construyendo un clima empático, cálido y de confianza en la aceptación del otro, contribuirá a crear condiciones de cambio en la vida en el acompañado. Así podrá la persona (cliente) darle un nuevo significado a lo vivido en su pasado y vivir el presente con más libertad.

Concluimos este segundo artículo haciendo hincapié en que para ser facilitador hay que cultivar la propia persona, generando ciertas actitudes básicas: la congruencia, coherencia o autenticidad con uno mismo, logrando sentir paz interna que es lo que se trasmite a los otros, generando una compresión empática, ya que -en palabras de Carl Rogers- se trata de “Escuchar para comprender, no para responder”.

Josep Puig Bóo

Psicólogo – Director Residencia Geriátrica

Artículo de Gerontología. Perfil. 23 de septiembre 2018. «enfoque humanista en una temática social y personal»

Enfoque Centrado en el cliente la Persona 1 

(titulo original)

Hoy en día, el enfoque centrado en la persona es una de las corrientes de relevancia en Gerontología. Por ello, decidí escribir tres notas para darlo a conocer. Dos de ellas explicarán los fundamentos y principales directrices de la corriente o línea filosófico-psicológica donde nace. Una tercera analizará la implementación en la práctica concreta en el mundo geriátrico.

Durante el transcurso del siglo XX y luego de dos guerras mundiales, la sociedad se vio interpelada en su esencia más primigenia. El plexo de valores que sustentaba la civilización occidental se vio súbitamente comprometido, y ello dio lugar, en el tema que nos ocupa, a la gestación del planteo humanista. Éste se originaba, de ese modo, en desarrollos teóricos vinculados a la esencia y a la existencia humana en clave filosófica, que serán los temas que difundirán Heidegger y Sartre y que impregnarán el clima académico en la segunda posguerra europea.

El Humanismo incorporó de la corriente existencialista la concepción de que el ser humano es un ser libre, capaz de buscar sus objetivos en la vida, con capacidad para elegir su destino y, por ende, consciente y responsable de sus propias elecciones.

Al arribar, dicha línea de pensamiento, al mundo de la psicología, lo hace enfrentándose claramente a dos corrientes importantes: el psicoanálisis y el conductismo. Ambos giran, en sus planteos teóricos, alrededor del problema de la libertad humana. El psicoanálisis es determinista debido a que postula la existencia de pulsiones inconscientes que influyen de modo determinante en el sujeto, condicionando y/o limitando su capacidad de decisión. Por su parte, el conductismo deriva su nombre de los condicionamientos conductuales que la persona realiza debido a ciertos estímulos.

El 8 de enero de 1902 en Oak Park, Illinois, un suburbio de Chicago, nació Carl Rogers, siendo el cuarto de seis hijos. Podemos afirmar que es uno de los padres de la psicología humanista del siglo XX. Comienza sus estudios de agricultura en la Universidad de Wisconsin, cambiando, tiempo después, a Teología para dedicarse al Ministerio. Progresivamente irá derivando su campo de intereses al estudio de la   Psicología Clínica, que estudiará en la Universidad de Columbia, recibiendo su Ph.D. en 1931.

En su caminar intelectual, Carl Rogers se topa con las ideas del filósofo John Dewey, figura prominente de la pedagogía progresista en EEUU. Éste postulaba que la educación no debía basarse sólo en el proceso intelectual, sino además en la apertura a la experiencia. De este modo, llegó a ser el precursor-inspirador de los reformadores partidarios de una enseñanza “centrada en el niño”; es decir, que el enfoque central es el niño mismo. De aquí surgirá el concepto de «centralidad», pero hubo otro concepto que, por razones ancladas en la cultura latina, ha sido cambiado hacia el más igualitario de «cliente». Veamos por qué.

Carl Rogers, al reflexionar en el significado de “centrarse”, observa que este concepto implica o presupone una relación disímil y desigual entre médico y paciente pues jerarquiza al primero por sobre el segundo. Éste aparece, así, como un otro pasivo al que hay que orientar y -en el caso extremo- normatizar, reglamentándole la vida, lo cual es propio de una relación superior-inferior.

Por ello, Rogers (hijo de la cultura estadounidense) propone el aludido concepto de “cliente”, que viene a enfatizar una relación entre iguales, es decir, no alguien inferiorizado por su padecer sino un igual con el terapeuta, que necesita ser acompañado para hallar las fortalezas propias que le posibiliten su desarrollo y realización en la vida a partir de superar los obstáculos que aparecen, prima facie, como patología y que han sido los que han determinado la intervención del profesional.

Es claro que el concepto “cliente”, para nuestros oídos latinos, tiene otras connotaciones que nos dificultan asociarlo a una experiencia de salud. Esa fue la razón por la cual se sustituyó aquél por el de “persona”.

Para concluir, podemos profundizar el concepto “centrado en la persona”. Rogers era el hombre que entablaba un diálogo con sus clientes desde su autenticidad, buscando eliminar sus prejuicios, sin confrontar y sin una estrategia predefinida. Él solamente escuchaba y con su escucha facilitaba el reconocimiento de las emociones, de modo tal que podía indagar más y mejor en la propia personalidad del cliente. Debido a ello, sus estrategias de trabajo no aparecen en manuales pues su carácter proteico, multiforme y cambiante las tornaba poco aptas para taxonomías rígidas y/o dogmáticas.

Carl Rogers nos propone una mirada holística, esto es, no ya parcializada en las dolencias o padecimientos del individuo con el riesgo adicional de que se lo termine polimedicando. Rogers postula la necesidad de observar al sujeto con miras a entablar un vínculo con él y no con el problema que lo aqueja. El diálogo con la persona es operante en términos de salud, a la par que permite entenderla en su totalidad, procurando responder, en el aquí y ahora, a su búsqueda de realización personal.

Lic. Josep Puig Bóo

Psicólogo – Director Residencia Geriátrica.

Geriátricos: un segundo hogar.

https://www.perfil.com/noticias/columnistas/un-segundo-hogar.phtml

Según el filósofo y periodista Josep Ramoneda, estamos inmersos en una cultura de la incertidumbe. Si esto es así -y parece serlo- la función primigenia de la cultura -que es fijarle un marco de realización al ser humano- podría tender a desvirtuarse toda vez que la noción de límite o prohibición requiere de certezas más que de las dudas que implica toda situación de incertidumbre.

En el fondo, lo que nos preocupa es nuestra realización personal y, en su caso, el de aquellas personas que, por la razón que fuere, están a nuestro cargo. Nos preocupa, en este último caso, el cuidado psíquico del sujeto y procuramos que el entorno social en el que desenvolvemos nuestra vida sea el apropiado para que ese cuidado sea eficaz.

Una definición clásica dice que la cultura es nuestra segunda naturaleza, pues ella debería proporcionarnos aquel marco de referencia. Freud, siguiendo esta misma línea, hacía referencia a las dos leyes primordiales (ley del incesto y parricidio) como límites que el entorno cultural occidental le impone a la conducta humana para hacer posible la vida en sociedad.

Creemos que, pese a las dificultades que presenta el mundo de hoy, la voluntad, la buena fe y la idoneidad profesional para la tarea que nos proponemos nos han de permitir la superación de todos los obstáculos, por duros y fuertes que éstos sean. No todo es incertidumbre, entonces, y nuestras seguridades han de verse expresadas en el trabajo que realizamos, es decir, en su buen resultado.

Si tenemos en cuenta que en los últimos 60 años los avances en la tecnología generaron cambios sociales de envergadura; y si analizamos los cambios que hay en las ciencias de la salud, constatamos que ello ayudó a que cada vez haya más personas que llegan a una edad avanzada (4ª edad) en buen estado de salud físico y mental.

Esto nos enfrenta a un gran número de adultos mayores que viven en la incertidumbre de nuestra sociedad y que por los vaivenes de la vida se encuentran no protegidos y con necesidades de cuidado. Por ello, en el día a día se comprueba cómo personas de la 4ª edad vienen a consultar por una residencia. Y el principal motivo de consulta es la imposibilidad de recibir en sus hogares la atención que necesitan.

Y aquí aparece una noción compleja pero actuante en la vida presente y cuya puesta en escritura y contexto es el motivo de esta nota: el lugar social que tienen las residencias geriátricas en el momento actual en Argentina.

Ya sea que el enfoque y la concepción que presidan la institución sea más sanitarista o más social, lo cierto es que una residencia es un sustituto del hogar donde hay personas que brindan un servicio profesional no sanitarizado.

Se trata de un punto fundamental que será necesario tener presente cada vez que nuestros adultos mayores requieran dar el paso a un cuidado profesionalizado que en sus hogares no se les puede brindar.

Josep Puig: “Mi preocupación en el Hogar pasa por lograr pronto convenios que contribuyan a mejorar la vida de los residente.

Tras una serie de denuncias difundidas en medios de comunicación, la directiva del Hogar Gallego para Ancianos de Domselaar designó, el 11 de agosto pasado, a Josep Puig Bóo gerente general de la entidad.
“Una residencia con un edificio muy grato y un potencial interesantísimo, pero también con necesidad de ordenar sus procesos de trabajo”, señaló Puig Bóo en diálogo con esta publicación.
Entre sus prioridades de trabajo, precisó, cuenta conseguir la habilitación definitiva de la casa. Una meta, dijo, que podría estar cercana ya que el Hogar cumpliría con la mayoría de los requisitos y que los que faltan “no serían difíciles de alcanzar”.
Por otra parte, anunció que ya se han incorporado al equipo de trabajo dos nutricionistas, con el objetivo de adecuar las prestaciones alimentarias de la institución y que trabajan para “generar un manejo claro de la medicación y del control sanitario de sus registros”.
Asimismo, aseguró que se propone incrementar el personal de contacto directo con los residentes, no solo para los sectores de cocina y lavandería, “también hacen falta –detalló– auxiliares o asistentes en gerontología”.
“Se trata –aseguró– de generar un ambiente de envejecimiento activo; es decir, que el Hogar no sea un lugar de estar para los abuelos sino un sitio de desarrollo personal en esta etapa de la vida”.
Para ello, detalló, la casa buscará profundizar los lazos de cooperación con Fundación España de Argentina (quien ya se ha ofrecido a colaborar para desarrollar allí sus programas de estimulación cognitiva destinados a adultos mayores y musicoterapia) y con otros centros gerontológicos españoles que ya vienen trabajando desde hace tiempo en la concepción de envejecimiento activo.
Por otra parte, adelantó que están relevando los procedimientos administrativos y que en breve esperan bancarizar los pagos y cobranzas de la casa, en el marco de una iniciativa, que apunta a imprimir mayor transparencia y modernidad a su sistema de gestión.
En este orden, también explicó que la cuota mensual que cobra el Hogar “es baja en comparación con cualquier geriátrico” y que trabajadoras sociales analizarán “caso por caso, bajo el criterio de la ayuda al gallego necesitado”, remarcó Puig Bóo.
El directivo agregó, no obstante, que se proponen “buscar otras herramientas y otros medios para la obtención de fondos sin recurrir al más fácil, como hacen en general muchos gobiernos que sencillamente aumentan los impuestos”.
“Ese no es mi criterio –ahondó–, pero sí es mi criterio decir cuál es la realidad y poder dialogar con cada persona en concreto sobre la situación”.
Josep Puig Bóo, quien además preside el Casal de Cataluña en Buenos Aires, destacó que el Hogar Gallego como muchas otras entidades del colectivo están en un momento crucial en el que deben decidir su paso del voluntariado a la profesionalización, sin perder su vocación de servicio a los gallegos necesitados, ni su naturaleza de asociaciones civiles sin fines de lucro.
Consultado sobre el proceso judicial abierto contra la entidad, el gerente general señaló que no está al tanto de los detalles. “Siento que el proceso judicial, en este momento, no recae en mis espaldas”, sostuvo y avanzó: “Por otra parte, tampoco sé si está planteado hacia ciertas personas o hacia la institución. Es más, a veces, uno busca saber dónde está radicado, porque no es clara la situación”.
“En definitiva –concluyó–, mi preocupación en el Hogar pasa por lograr pronto la habilitación de la institución y generar convenios y procesos que contribuyan a mejorar la vida de los residentes”.
Finalmente, recordó que de los 98 residentes del Hogar, 85 son gallegos, 7 u 8 españoles, y que el resto son argentinos hijos de gallegos, para destacar que “en la casa el objetivo de atención al gallego anciano realmente se cumple”.

El Hogar Gallego para Ancianos de Domselaar ya trabaja para modernizar y profesionalizar de su gestión.

A pocos días de asumir como gerente general del Hogar Gallego para Ancianos de Domselaar, Jose Puig Boo afirmó que su objetivo principal es el de impulsar una nueva etapa de gestión multidisciplinaria dirigida a modernizar y profesionalizar la institución en pos del bienestar material y espiritual de los ancianos que allí residen.
Según explicó a España Exterior, para lograr esa meta es necesario poner en marcha en el Hogar nuevas bases de gestión y administración, así como los fundamentos culturales y éticos que apunten a los fines permanentes que debe tener toda institución dirigida al bienestar de los adultos mayores, “condición necesaria para una vida activa, creativa y productiva en esta etapa de la vida que es la vejez, o tercera edad como piadosamente se la suele llamar”.
“Lo importante -continuó- no es apiadarse de los viejos en el nivel del lenguaje, sino amarlos y respetarlos en el día a día, estableciendo con ellos una relación de plena igualdad y vacía de toda conmiseración ya que una mujer o un hombre que ha superado cierta edad no es un ente pasivo sino todo lo contrario, es alguien que tiene el conocimiento necesario para muchas cuestiones de la vida que nos atañen, a veces directamente a nosotros, a los más jóvenes, y ello se debe al bagaje de experiencia con que cuentan nuestros queridos abuelos”.
Puig Boo resaltó que esta nueva etapa, en la que aspira a desarrollar una gestión multidisciplinaria que transforme profundamente la vida de la institución en beneficio de los residentes que allí viven, se basará en la profesionalización y modernización del Hogar.
Plazos fijados
“La gerencia general requiere conocimientos exactos de los problemas y exige su abordaje preciso para que los cambios no resulten en crisis, sino que deberán dar cuerpo a una dinámica de evolución que supere, sin prisa pero sin pausa, las resistencias que lógicamente suscita cualquier cambio en cualquier institución”, apuntó.
En ese sentido, afirmó haberse fijado plazos para resolver los problemas más urgentes que presenta la institución, ya que según su análisis el nivel de iatrogenia que presenta la misma es “considerable” en algunos aspectos, aunque manifestó tener mucha confianza de que “en algunos meses podamos ir haciendo los cambios necesarios para agilizar la gestión y la atención de nuestros queridos gallegos que residen en el Hogar”.
Ya entrando en detalle en las labores prioritarias que se están abordando, señaló la gestión de compra y almacenamiento de mercaderías y el control de menús y personal gastronómico y culinario, “tarea que requiere del concurso profesional de nutricionistas como las licenciadas Mariana Barciocco y Josefina Mafia, que ya están trabajando”, y la necesidad de mejorar el funcionamiento de algunos sectores, como el de lavandería.
También resaltó la imperiosidad de pensar claramente las actividades necesarias para que los residentes puedan vivir un envejecimiento activo. En ese sentido, destacó la colaboración de Fundación España y de su gerente, el licenciado Leandro Pavón, que aportará un equipo de profesionales que trabajarán en talleres cognitivos; además, resaltó la incorporación de dos asistentes sociales, las licenciadas Adriana Soisa y Noelle Fernández.
Inversiones con criterio
Otro aspecto de vital importancia que encarará será el de la optimización del sector de mantenimiento para que las inversiones a realizar respondan a criterios gerontológicos; respecto a los sectores de administración y recursos humanos, calificó como una “gran incorporación” la de Nataly Sampayo, quien estará a cargo de estas dos importantes áreas.
“Hay que transparentar y clarificar las tareas administrativas, bancarizar las gestiones económicas y precisar las de los empleados. El principio general aquí es el uso racional de los recursos, entendiendo por tal la maximización de la productividad del servicio administrativo. No soy partidario de la exacerbación de la multifunción pero tampoco de la súper especialización, que da lugar al dispendio de recursos financieros, prohíja la burocratización, conspira contra la eficacia e implica pérdida de tiempo. El principio de buena gestión es que la agente no debe estar a cargo de una sola función sino de un grupo de funciones conectadas entre sí; esto convierte al empleado en un mejor cuadro administrativo y redunda en beneficio de la institución”, completó.
Supervisión
En la misma línea, señaló que una acción clave será la de coordinar el trabajo del Hogar con el de sus oficinas de la calle Moreno, labor que tendrá como responsable al contador Alberto Pérez, quien supervisará y mantendrá al día a la gerencia con informes de la situación económica de la institución, “lo cual resulta básico para una gestión profesionalizada y redundará en una mayor eficacia y mejores resultados, con lo cual se genera un efecto en cadena que culmina en un clima de trabajo cordial y respetuoso”.
Por otra parte, Puig Boo animó a los familiares de los abuelos residentes a colaborar en esta nueva etapa: “Hay que dinamizar la actividad del grupo de familias que representan a toda la población del Hogar. Es necesario el compromiso de todas las partes para lograr las mejoras que anhelamos todos”, explicó, y adelantó que en los próximos días realizará una convocatoria para que los familiares formen parte de un equipo de apoyo.
Finalmente, mencionó “el gran trabajo que ha realizado la señora Cristina Pérez, que durante mucho tiempo estuvo sola en la gestión diaria del Hogar; ella será de gran ayuda para este nuevo modelo de gestión”, subrayó la confianza que le han brindado las autoridades de la institución “para encarar esta etapa de transformación” y expresó su seguridad de que la entidad seguirá contando con el apoyo del delegado de la Xunta de Galicia, Alejandro López Dobarro, y del consejero de Empleo y Seguridad Social de España en Argentina, Santiago Camba, “cuyo concurso es imprescindible para el éxito de este nuevo proceso

Sostener la Vejez.

http://entremujeres.clarin.com/hogar-y-familia/tercera-edad/Sostener-vejez-duelos-placer-vivos-abuelos-ancianos_0_1177082373.html

http://cuidandolasalud.com/importancia-en-la-contencion-en-la-tercera-edad

http://www.montecaserosonline.com/vernota.asp?id_noticia=22577

Mucho se ha hablado, en los últimos tiempos, del rol de las personas mayores en la sociedad. Noticias vinculadas al maltrato, dificultades económicas para poder hacerse de la jubilación que corresponde y familiares que, en algunos casos, miran para otro lado, son solo algunas de las aproximaciones a un tema que merece mayor análisis y dedicación

En algún momento de la evolución cultural de nuestras sociedades apareció el concepto de “tercera edad”. Tercera edad es sinónimo de vejez, de antigüedad, de ancianidad. La etimología es, aquí, nítida y precisa: en latín, antianus. Los franceses dicen lo mismo pero diferente: ancien; o ancienne si el género es femenino.

También hay sinónimos: vetusto, arcaico, añejo, longevo, veterano. Pero no parecen esos conceptos, por cierto, felices ni afortunados para adjetivar a las personas que han traspuesto las líneas rojas de la vida. Los griegos tenían en gran estima a la ancianidad. Es la etapa  -decía Aristóteles-  en que la experiencia del hombre lo hace casi sabio. Esa percepción tan acertada era buena simiente para que los jóvenes miraran a sus mayores desde un lugar distinto al que lo hacemos nosotros hoy.  Los jóvenes, en Atenas, acudían  a ellos, a los viejos, para escuchar y aprender y, de ese modo, orientarse más y mejor en el proceloso mar de la vida.

En nuestro alocado presente, aquella tercera edad a la que acabamos de referirnos al comienzo de estas breves líneas, podría situarse, más o menos, en ese segmento temporal que va desde la jubilación hasta, digamos, los ochenta años. Desde allí en adelante, se abren las ricas posibilidades que ofrece  “la cuarta edad”. Los avances en la medicina, la vida saludable, una sana alimentación, el ejercicio físico y los deportes han logrado que, más allá de los ochenta, todavía haya vida; y una vida rica, fértil y creativa.

En verdad, todos los momentos de la existencia humana tienen su ethos, es decir, aquello que les es propio, característico y singular. Y para transitar satisfactoriamente por cada uno de esos períodos vitales es preciso adquirir ciertas habilidades o destrezas. Con estas capacidades aprendidas enfrentaremos con éxito no sólo el moroso discurrir de los días y las noches sino, incluso,  las dificultades, las crisis y los duelos con que cada etapa de la vida nos obsequia con naturalidad e indiferencia.

Vivir la tercera o cuarta edad significa, entre otras cosas, asumir la pérdida paulatina de las potencialidades que nos caracterizaron con anterioridad; nuestros movimientos se vuelven más lentos, nuestro andar más inseguro; nuestros reflejos más perezosos; nuestro pensamiento más esquemático y rígido; y los amigos que mueren nos dejan un poco más solos que antes. Puede, incluso, que nos agobie el pesimismo y que «futuro» devenga, en esas condiciones, significante sin mucho sentido para nosotros.

El tema nos inspira una analogía como instrumento para precisar mejor lo que queremos transmitir. El psicoanalista inglés Donald Wood Winnicott,  -que además era pediatra-  señaló la necesidad de fomentar una sólida relación madre-hijo. Introdujo  -como herramientas para lograr tal fin- los conceptos de holding y de handling. Nos interesa, aquí, el primero. El verbo inglés «hold» significa sostener, amparar, contener. Para que aquella relación amorosa sea consistente deberá tener un momento de holding (sostenimiento) y uno de handling (manipulación). La madre que  logra hacerlo es la “madre-suficientemente-buena”, que sabe sostener y luego sanar las necesarias frustraciones que sobrevendrán y, más allá, condicionar al niño para la aceptación no traumática de dichas pérdidas y frustraciones.

Volviendo a nuestro tema, decimos que los duelos de las últimas etapas de la vida necesariamente tienen que ser acompañados-sostenidos. Es el instante en que se hacen presentes las manos amigas llamadas a sostener el paso mientras se transitan esos momentos o, por decirlo de otro modo,  mientras se cruzan esos puentes que nos llevan a nuevos rumbos que nos resultan desconocidos.

Si esta dinámica se desarrolla satisfactoriamente, se adquirirán nuevas habilidades que ya no serán destrezas físicas, o habilidades manuales, o aptitudes intelectuales, sino capacidad de placer y de disfrute de la vida. De este modo,  el que lo logre podrá tender la mano a otros para que aprendan a afrontar las naturales vicisitudes con que nos desafía la inexorable mano del tiempo y que son, siempre, parte sustantiva de la vida.

Es tarea de los que estamos vinculados a los temas propios de la salud y transitando por la segunda etapa de la vida, sostener a los que se encuentran más adelantados en el camino de la existencia humana, para animarlos a una vida plena donde la angustia no sea un huésped inoportuno y permanente. Si ellos lo logran  lo habremos logrado también nosotros y todos seremos espiritualmente más ricos. Por lo demás, todos los seres humanos transitan por todas las etapas de la vida, de modo que nuestros dones de hoy constituyen valores que nos inculcaron nuestros mayores y frutos que cosecharemos cuando la segunda madurez toque a nuestra puerta y debamos, también nosotros, empezar a recorrer nuestra tercera y nuestra cuarta edad.