Proclamación de la Republica.

El 27 de octubre de 2018 se cumple el año de la proclamación de la Republica Catalana en el Parlament de Catalunya. Se podrían decir tantas cosa que excederían a una simple nota en un diario, pero lo que no puedo dejar de decir la perplejidad y desazón que me produce escribir algo, teniendo en cuenta lo sucedido y en el momento que está Catalunya.
Propongo poder pensar los hechos como un “continuum” como se entiende el año litúrgico católico, hay hechos que nos hablan de otros hechos y nos hacen entender el porqué del kerigma, de la muerte y resurrección de Jesús.
Además, es imposible extrapolar el proceso catalán de: la globalización, que se devora a las identidades particulares y minoritarias; de la Unión Europea, que termina siendo un club de países que responde a necesidades de los estados y no de los ciudadanos; de las corporaciones económicas (bancos-multinacionales) que llevaron a una crisis económica y que la pagan los ciudadanos, los políticos profesionales que juegan con mantener sus status negociando con las corporaciones y jugando a dormir los planteos sociales, y por último, los medios de comunicación que informan según el poder de turno. No pensar todo esto es no entender como en el 2002 el independentismo era minoritario y hoy en día sigue siendo Gobierno.
Con el criterio de continuum podemos reflexionar que cierta dirigencia independentista fue absolutamente Naif, que esperaba una mediación internacional, ya que, Europa cree en la democracia, en las libertades y que iba a cuidar a sus ciudadanos. El 1/10 cuando la gente iba a votar y era golpeada, solo de la Unión Europa hubo silencio, eso fue el baño de realidad, de la verdadera soledad en que estaba el procés català a nivel de apoyo internacional. Cuando uno parte de un criterio Naif, con facilidad tiende a pensar que de afuera vendrán a ayudarlo y no asume que en la vida uno está solo. El gravísimo error fue, como en otros procesos democráticos, que los políticos no se apoyan en la gente, sino que buscaron el apoyo en el establishment político.
El no haber defendido el 27 de octubre del 2017, permitió la absoluta abusiva arbitrariedad del Estado Central de Madrid, de una aplicación del art 155 con una ejecución que excede las leyes y con un abuso en lo legal que sólo está al servicio de sostener la unidad del Reino de España.
Claramente fue un golpe duro a Madrid ver como el verdadero empoderamiento de la gente pudo hacer un referéndum, que a pensar de las porras, la gente fue a votar a defender las urnas y a gritar… som gent de pau.
Pero hoy el independentismo corre el riesgo del agotamiento, de no animarse a buscar nuevos líderes y de seguir soñando que estamos en los años anteriores al referéndum. El baño de la dolorosa y triste realidad obliga a nuevos planteos, con nuevas rutas, sabiendo que solo el pueblo catalán estará apoyando. Lo que necesita el pueblo catalán son líderes serios que sean claros en los conceptos y las acciones. Que al afirmar “som gent de pau” (somos gente de paz) se está proponiendo un camino largo, tedioso y con incertidumbres; ese es el precio de sostener un proceso en Paz, en donde claramente se está de acuerdo.
Por el otro lado, al gobierno Rajoy no le fue gratis. Hoy Rajoy y su vice Soraya, son muertos políticos. El rey quedo en evidencia que no es el estratega e intelectual que se decía, es el claro representante del establishment con quien su padre hizo y hace negocios. Aunque el gobierno Sánchez proponga dialogo, no tiene la capacidad de poder resolver el problema catalán. No hay que olvidarse que el 21 de diciembre del 2017 con una Catalunya intervenida y con líderes en prisión se pudo armar otro gobierno Independentista, aunque Ciudadanos fue la primera minoría, todo el grupo unionista que sostuvo la represión (Cs, PSC, PP) no logran convencer y formar gobierno.
No le será fácil gobernar al PSOE en minoría, y la propuesta cosmética de sacar a Franco del Valle de los Caídos le puede costar mucho. Claramente los Pactos de la Moncloa están rechinando como muebles viejos que necesitan cambios. Y se topa con la rancia Derecha que lo único que pregona es “repremir” “nuevo 155” y “encarcelar” como solución a los problemas políticos.
Por último, un proceso social como el catalán que lleva 8 años de constante presencia en las calles, con una fuerza social que excede a los partidos políticos corre el riesgo del agotamiento, de poder descarrilar o caer en la provocación del Estado. No fue casualidad que dejaran el 21 de septiembre 2017 autos de la policía con las puertas abiertas y con armas en medio de una manifestación popular que defendía la conselleria de economía. Al estado le queda provocar y que haya respuesta violenta en las calles, así lo puede equiparar a la violencia de ETA e intervenir. Llegar a esto sería una gran desastre, porque la posible independencia de Catalunya habla de posible cambio a el accionar global, no solo discutimos de la independencia, sino del empoderamiento ciudadano y que una sociedad busque modos más justos – sociales en la economía, en la defensa de su lengua, y mostrar una cultura abierta a las necesidades del mundo, como acoger refugiados.

La España Líquida.

Para mi analizar una situación es poder englobarla en un contexto general. Estoy convencido de que la globalización mediática es un hecho tan real que construye realidad, pero eso colisiona con la defensa de las identidades minoritarias y con las sociedades líquidas modernas (usando el concepto acuñado por Zygmunt Bauman).
Sin este marco de referencia es imposible entender lo que pasó en menos de 10 días en la política Española. Repasemos los hechos: El gobierno central de Madrid, pudo aprobar con el apoyo de 7 partidos los presupuestos generales, un gran logro que le sirvió para estar tranquilo unos meses. Pero a los pocos días se destapa la tan esperada olla a presión de la Gürtel. La explosión que salió de dicha olla, generó fisuras donde un hábil político pudo entrar y construir consensos.
Es decir, apareció Pedro Sánchez y pudo aglutinar el gran descontento hacia el Gobierno de Rajoy y lograr ese resarcimiento narcisista de ser elegido Presidente, cuando hace un año lo daban por muerto.
Es interesante observar dichas situaciones con el foco puesto en el concepto de una sociedad líquida: todo se escabulle entre las manos, todo fluye, persistentemente, y todos, sociedad y actores políticos y sociales, ingresan en una dinámica constante de búsqueda de nuevos rincones para obtener reparo.
Desde ese vaivén de lo líquido podemos entender al PNV (Partido Nacionalista Vasco) que fue clave para apoyar los presupuestos de Rajoy realizando una negociación económica brillante para sus arcas y, a los pocos días, fue definitorio para que Rajoy se fuera del Gobierno.
Esto dejó a Rajoy fuera del gobierno y convocando a que el Partido Popular elija nuevo presidente, un PP que es primera minoría en diputados y amplia mayoría en el Senado; y presidiendo ambas cámaras. Un PP que tiene amplio poder y que lo demostrará la próxima semana cuando ponga enmiendas en los presupuestos generales del Estado, por ellos propuestos, probablemente cambiados y que tendrá que usar Sánchez para gobernar.
Un claro perdedor de todas estas movidas en el mediático presidente de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera, fruto nacido de los medios de comunicación ya que, hasta ahora, no ha asumido cargo de relevancia donde se lo pueda ver realizando gestión de gobierno. Está claramente ubicado como rapiñero de votos caídos del PP y a veces del PSOE, y no como gestor de un nuevo modelo de hacer política. La formación política Ciudadanos ha logrado pregonar un discurso de Unidad Española en contra del independentismo catalán, asumiendo el discurso más rancio del nacional catolicismo español.
Frente a esto, el presidente Sánchez va a querer mostrarse firme y no mostrar fisura alguna en el bloque que defiende la “unidad de España”. No creo que se anime a ser un estadista y poder plantar cara al grave problema catalán o al de las autonomías de una manera más acorde a los cambios sociales del siglo XXI. Lo primero que hizo es recurrir a lo seguro, es decir, a poner como ministro de Relaciones Exteriores al férreo defensor de la aquella unidad, el señor Borrell, que lo usará de escudo frente a Ciudadanos y a sus críticas, y no como interlocutor para encontrar nuevas vías de diálogo con la Generalitat.
Aunque los medios y políticos españoles quieran mostrar otra realidad, la verdad es que el gobierno de Sánchez, asume sin el poder de los votos y con poca sostenibilidad en las cámaras, con necesidad de seguir encontrándole el rumbo a la economía y, por sobre todo, al pacto de la Constitución del ’78 que necesita replanteos y no hay que olvidarse que solo tienen dos años.
En relación con el Gobierno Argentino, no creo que haya ningún cambio relevante. No hay que olvidarse que el Sr Rajoy era uno de los Faros del Gobierno Argentino. Recordemos que el Presidente Macri no dudo en hablar de la angustia que tuvieron los próceres de la independencia por luchar por la independencia argentina. Entre ambos Gobiernos no dejaron de haber loas mutuas, pero en los negocios – Macri – prefirió darle el 4 G a clarín y no se tuvo en cuenta lo aportado por Telefónica en la licitación.
Podemos decir que en el mundo de las relaciones políticas se mantuvo un cordial afecto que no siempre se vio reflejado en el mundo de las inversiones. Por ello, afirmo que, el Gobierno de Sanchez no hará ningún movimiento de motivacional empresario para que vengan a invertir, a no ser que las licitaciones de obras públicas sean interesantes. Tal vez, lo único que podrá hacer el Gobierno del PSOE por estas tierras es cambiar tantos funcionarios del PP que están asentados por la Argentina y con ello, un poco de aire para generar nuevos proyectos dentro de la tan basta y querida colectividad Española.

Narcisismo a la española.

Es una tarea intelectual interesante pensar que cuando se habla de la Independencia de Catalunya se pone en juego del narcisismo de la Justicia Española, el Juez Llarena y el Gobierno Central de España. ¿Pensarán que España es un cuerpo humano y que se les desmiembra una parte de ese cuerpo?  ¿Será tan concreto su pensamiento?
Todas las “euroórdenes” que han enviado a Bélgica, Alemania, Escocia y Suiza no han dado los resultados buscados por la Justicia Española. Para Europa queda claro que ninguno de los exiliados cometió ninguna Rebelión, es decir, no hubo violencia alguna de parte de los independentistas.  Ahora tienen el problema interno entre el Juez Llarena (responsable de procesar a los políticos catalanes)  y el ministro de Finananzas Cristóbal Montoro (que es el interventor de las finanzas en Catalunya). El Juez afirma que hubo malversación de fondos públicos, pero el problema es que el ministro afirma que la plata la manejaba él y que no hay prueba de uso de dinero públicos para el referéndum. Es decir, que si ellos no se ponen de acuerdo y no encuentran pruebas, la Justicia europea no escuchará esa acusación.
Sólo les queda afirmar la sedición que fue solicitada como subsidiaria a la figura de rebelión “en caso de que se entienda que no concurre el elemento de violencia en la fase de enjuiciamiento”.
Ya el Tribunal Superior de Justicia de España acusa a la Justicia belga de falta de compromiso y de no querer colaborar con los pedidos de la Justicia Española. Hace un tiempo la derecha mediática española hizo las mismas críticas a la Justicia Alemana. Lo interesante a destacar es la tenacidad de seguir por el mismo camino, y la poca importancia que se le da a la toma de conciencia del ridículo que están haciendo. Les es tan dolorosa la herida narcisista que uno de sus voceros mediáticos, el periodista Federico Jiménez Losantos, ha instado a Mariano Rajoy a bombardear Catalunya. En el programa que presenta en Es Radio, el periodista radiofónico ha criticado a Rajoy y “a su basura de gobierno que no es capaz de demostrar que hay aviones para bombardear”. Y, posteriormente, Losantos ha añadido: “Por supuesto que les podemos volver a bombardear”. El locutor defiende el uso legítimo de la fuerza contra el proceso independentista. “España tiene la fuerza para responder a un golpe de fuerza”. Y no hay Juez que lo cite a declarar por “incitación al odio” y por promover la violencia.
Lo que queda claro es la imposibilidad de resolver políticamente el conflicto, el poder tomar consciencia de que las realidades cambian y que no se puede modificar la realidad para acomodarla a necesidades particulares. Las leyes Europeas lo están demostrando. Lo que puede hacer el gobierno español es conseguir el apoyo de políticos Europeos afines. Pero se les complica cuando se topan con una ley Europea que no está a la orden del partido político de turno. No hay poder en democracia que juegue a encorsetar a una población a través de una clara manipulación política de las leyes.
El juez en el caso Barcena (uno de los casos de mayor corrupción del Partido Popular) ya sabe de quién se habla cuando en la libreta de pagos en negro dice: “M. Rajoy”. Pero hay cosas que la justicia todavía no puede resolver.

Cataluña busca nuevos horizontes.

Luego de un tiempo demasiado largo, según mi opinión, se pudo lograr formar gobierno en Cataluña. Es verdad que se necesita tiempo para madurar y sopesar los procesos políticos-sociales de un grupo que está formado por varias corrientes ideológicas, pero no hemos de descartar la demasiada humanidad de los políticos con sus anhelos, ambiciones y narcisismo.
Dicho lo anterior, habría que hacer referencia que las anteriores complejidades se topan con la pared de un gobierno que extralimita sus autoridades usando el artículo 155, es decir, que gobiernan Enric Millo y Soraya Sáenz de Santamaría, aplicando criterios a sus gustos y repartiendo citaciones judiciales como caramelos afuera de un colegio.
Hay que recordar que dichos funcionarios pertenecen a un partido –el PP– que en Cataluña es minoritario y no tiene bloque propio en el Parlamento.
A pesar de ello, podemos decir que se eligió presidente a Joaquim “Quim” Torra Pla, nacido en Blanes de la Gran Girona, 28 de diciembre de 1962 de profesión abogado, editor y escritor. De ideología independentista catalana, que se reconoce hereditario de Francesc Macià. Desde 2018 es diputado de la XII legislatura del Parlamento de Cataluña en el grupo parlamentario de Junts per Catalunya.
Es claro que el gobierno que quede formado por el nuevo presidente no podrá otra cosa que recuperar las instituciones y volver a plantear las leyes sociales que también fueron derogadas debido al grupo de partidos que apoyan el 155. No pudieron tocar la educación, pero sí pudieron reconocer como defensores de la patria a las Guardias Civiles que golpeaban a la gente, vanagloriarse de la gestión del pasado 1 de octubre (durante el referéndum soberanista) donde hubo cargas policiales, donde el foco está puesto en la amenaza, la violencia y mal uso de la justicia. Lo grave es que se tergiversó toda la legislación y se manipula el código penal 610-611. Todas las personas que puedan ejercer violencia lo podrán hacer siempre que al Estado le interese. Los partidos del 155 usaron los grupos de extrema derecha y el neonazismo para crear disturbios en la calle y no son castigados. Esto sucede porque se validó y condecoró las agresiones del 155.
Donde se pudo poner en prisión por tres años y medio a un joven rapero por hacer una canción en contra de la corona, ¡sí!, tres años de prisión porque es considerado terrorista. El gobierno central de Madrid sigue implementando el criterio de la judicialización y de la fuerza policial, pero nada frena que la sociedad siga saliendo a la calle y pacíficamente repudie a un rey que no lo considera propio, una corona que se cuida de los intereses sectarios del partido gobernante y no crea lazos.
Será verdad que la república catalana no está tan cerca como pensamos, pero el desafecto y las ganas de crear algo nuevo son de una base social que no se desinfla, que busca nuevos horizontes políticos-sociales como gente de paz.

La voluntad política.

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El procés para la independencia de Cataluña se encuentra en un momento de replanteos. El bloque independentista integrado por Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y Candidatura de Unidad Popular (CUP) alcanzó, el 21 de diciembre pasado, una mayoría en Diputados con un 48 % de los votos frente al grupo unionista que contabilizó un 42 % y un remanente de indecisos del 9 %. Pero, aun así, los primeros no logran formar gobierno.
Así las cosas y ya avanzado 2018, lo más sensato parecería ser la identificación de algún curso de acción favorable al diálogo con el gobierno central de Madrid. Llegar a un acuerdo político, de eso se trata.
El independentismo catalán siempre pensó que Europa iba a intervenir, si no en favor de Cataluña, sí a favor de la negociación. Una especie de mediación. Pero los hechos, tozudos y ríspidos, mostraron otra cosa. La represión del 1º de octubre sólo obtuvo, de parte de la Unión Europea (UE), el silencio, lo cual ya ha dejado claro a todos los actores involucrados (incluso a Rajoy) que si Europa elige, elige el statu quo.
Seis meses después, el panorama muestra una fallida proclamación de la independencia, medio Govern a la prisión y medio Govern al exilio y una exacerbación del resorte represivo del Estado español imprevista y sin precedentes.
No obstante, ha sido la voluntad política de Cataluña la que ha llevado las cosas al escenario actual. El procés tocó la fibra más honda del narcisismo español, que respondió claramente con una sesgada interpretación judicial que transformó toda acción del independentismo en rebelión y sedición y, ahora, en terrorismo.
La voluntad política que habita detrás de esa idea legítima que es Cataluña libre ha precipitado, también, un escenario en el cual una cosa es lo que dice el Ejecutivo europeo y otra lo que dicen y hacen el Poder Judicial y el Parlamento de la UE. En esos ámbitos, la causa catalana luce mejor semblante. Grupos parlamentarios de distintos países comienzan a considerar la resolución política del conflicto y habrá que ver si el juez español Llarena lleva lo resuelto por la justicia alemana en favor de Carles Puigdemont a los tribunales europeos.
Creo que la voluntad política, constante y sin desmayos, en tándem con los despropósitos del narcisismo español, nos conducirán, más temprano que tarde, y por la vía de la razón, a la comprensión de todos que los derechos de los pueblos, en el caso catalán, significan, excluyentemente, autodeterminación e independencia.

Dos Sedes para un sólo Gobierno, formula riesgosa.

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No es fácil entender desde este lado del Atlántico lo que pasa hoy en Catalunya, se percibe como extraño y como que Madrid frenó todo y el independentismo se acabó.

Por eso es interesante poder tomar un poco de distancia de los hechos inminentes para poder reflexionar en distintos niveles de análisis la situación actual política catalana.

El Gobierno central de Madrid, impuso el artículo 155 que le otorga ciertas atribuciones pero no tantas como las que se tomó. Tanto fue así que convocaron a elecciones suponiendo que ganaban con seguridad, e Iñigo Méndez de Vigo -portavoz y ministro de Educación- dijo: «Veríamos bien que Puigdemont se presente a las elecciones». Fue lo que ocurrió. Puigdemont no sólo se presentó sino que el independentismo que él representaba y representa ganó con claridad. Pero enseguida apareció el nuevo obstáculo. El Estado español asumió una posición que puede resumirse como sigue: Puigdemont no puede ser presidente porque ha violado la ley y vive en el extranjero y si quiere jurar como presidente deberá presentarse a la justicia de su país para, de ese modo, estar ahora en condiciones de … ser encarcelado, con lo cual tampoco podrá jurar como presidente.

¿Los independentistas? Una de las fortalezas del independentismo es su transversalidad ideológica y cultural, con el valor agregado de que ello no impide pensar en un proyecto estratégico común como es la independencia. Algo parecido pasó en las elecciones del 2015, cuando, en vez de Artur Mas asumió el ahora candidato de JuntsxCat (Junts per Catalunya).

En otro nivel de análisis los independentistas se dieron de narices con la pared del Estado al que tal vez supusieron menos violento y más inclinado al diálogo. Un error de cálculo en todo caso. Y a ello se suma que, de Europa, el independentismo catalán, por ahora, no puede esperar nada.

Hoy, los independentistas están buscando estrategias para poder cumplir con lo propuesto en las elecciones del 21-D (“Puigdemont Presidente”), evitando más encarcelamientos al calor de ese instrumento represivo en que ha devenido el artículo 155 de la Constitución del Estado español.

Una de las propuestas que circulan a estas horas es que haya un gobierno en el exilio, el “Govern de la Republica”, y un gobierno en Catalunya que restituya el poder a los catalanes. Se trata de una fórmula riesgosa, ya que no hay que descartar que Madrid no cumpla su palabra y no restituya todos los poderes a un gobierno autónomo. De suceder esto podríamos pensar que, Puigdemont President de la República en el Exilio y Elsa Artadi o Jordi Turull como President Autonómic, que respondería a Bruselas.

Después del 21-D podemos decir que el planteo independentista sigue su camino, que logró formar mayoría en diputados y prontamente formará gobierno, y que no abandonó bajo ninguna circunstancia el camino pacifista.

Por otro lado, se supone que en Marzo habrá otra ofensiva judicial con más encausados y que mas líderes del independentismo irán a prisión y quedarán inhabilitados; con ello afirmo que el Gobierno de Madrid, claramente renuncia a hacer política, que no le teme a quedar mal en el exterior y que su única estrategia es el uso de la legalidad, excepto, claro está, cuando en el juzgado testifican sobre la corrupción del gobernante Partido Popular, de Mariano Rajoy, como viene testificando Correa en los tribunales de Valencia.

Una lucha pacífica y transversal.

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Con la distancia que proporciona el tiempo, aun el breve tiempo transcurrido, podemos encarar ahora el análisis del dato duro de la coyuntura política en Cataluña, esto es, el “exilio” del president Puigdemont en Bélgica.
La realidad de las cosas, confusa al principio por obra de un fuego mediático interesado menos en aclarar que en oscurecer, ha ido sedimentando, paulatinamente, la certeza de que Carles Puigdemont tomó la mejor decisión -tal vez la única con que contaba en su circunstancia concreta- que podía tomar. Evitó la violencia. Evitó la masacre. Sus partidarios y aun los que, sin serlo, aspiran a la independencia o, simplemente, a que las diferencias se resuelvan mediante el diálogo y la negociación, lo hubieran defendido. Y las fuerzas policíacas del Estado español, que el 1 de octubre no escatimaron violencia descargada sobre ciudadanos que manifestaban en paz, habrían hecho lo mismo esta vez y -el lógico presumirlo- tal vez se hubieran perdido vidas.
La gran lucha por la independencia es grande porque es pacífica, transversal e inclusiva; y porque es una lucha que nace de valores como la democracia, la libertad y la dignidad. Por eso la gente sale a la calle y se manifiesta y expresa su indignación cantando. Brilla con luz propia la calidad espiritual del pueblo catalán, y mucho más brilla por oposición con la desaforada imagen represiva del gobierno del Partido Popular de España presidido por Mariano Rajoy.
La inteligente actitud del pueblo catalán (que no por inteligente deja de ser espontánea) contrasta con la de un gobierno ya vivido como exterior a Cataluña que, además, se halla, por estos días, persiguiendo a muchos jóvenes activistas de la redes debido a que muestran videos de los actos de violencia del 1 de octubre; así fue como se llevaron esposada, frente a sus hijos menores, a una señora joven por manifestar su indignación en el Facebook. Junto al miedo que se intenta derramar en la población, se ven las detenciones de 9 consellers del govern y el pedido de detención del president Puigdemont y los 4 consellers que faltan para poner en prisión a todo el gobierno Catalán.
Hay allí un propósito avieso y perverso: la provocación. El Estado español provoca buscando escenarios de violencia. Tendría, de ese modo, una excusa frente a Europa para intervenir por más tiempo y desactivar el entramado social pacífico catalán. Y, junto a ello, la amenaza: el Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de España, general de Ejército Fernando Alejandre, ha escrito una columna, en el diario monárquico ABC, en la que señala que “la historia demuestra que, llegado el caso, los españoles y con ellos las Fuerzas Armadas, sabemos defender nuestra Nación”.
Pero hasta ahora Rajoy está fracasando en su objetivo de enervar la pacífica lucha independentista catalana. No sólo porque los catalanes no se han dejado provocar ni lo harán en el futuro, sino porque es la propia Unión Europea la que sintoniza mejor con la actitud de paz y diálogo. Claramente Europa le dijo a Rajoy que se abstenga de la violencia y que la intervención dure poco. Y así, de los seis meses planificados en un principio, el gobierno español ha dicho ya que la anomalía institucional que significa su presencia cuasimilitar en Cataluña sólo durará siete semanas, es decir, hasta las elecciones del jueves 21 de diciembre próximo.
Es de lamentar, sin embargo, que los problemas no terminen ahí. El gobierno español jugó la baza de que los independentistas no se presentarían a elecciones, pero ha perdido o está en vías de perder, porque los partidos de la independencia no sólo se presentarán sino que es probable que vuelvan a ganar. Ante ello, los que se llenan la boca con “la ley” han dicho que, de nuevo, cambiarán la ley por el garrote. En efecto, Enric Millo, delegado del gobierno de Madrid en Barcelona, dijo: “si ganan, aplicaremos nuevamente el 155”. Y lo mismo dijeron el vicepresidente del Senado de Madrid, Pedro Sanz, y el presidente del Partido Popular (PP) en Cataluña, Xavier García Albiol.
Por tales motivos cabe citar aquí la prescripción de Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27). Las leyes están para servir al hombre y no de otra forma. Así deberán ser las cosas y por el camino de la paz social. Si hay una mayoría catalana que reclama ser escuchada, no se la puede ignorar con una mala interpretación de la Constitución. Y debo enfatizar aquí lo de “mala interpretación”, ya que la autodeterminación de los pueblos es una de las bases del derecho internacional, es parte de los Pactos internacionales de derechos civiles y políticos, y de derechos económicos, sociales y culturales de 19 de diciembre de 1966 que España aceptó en ese año y, luego ratificó en el artículo 96 de la Constitución Española del 78.

La Crisis del Régimen del 78.

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Una de las tareas de ser psicólogo es el escuchar. Que es más que la sola acción de oír, sino de poder escuchar “el todo” del hablante, desde sus silencios, sus posturas, los énfasis en el hablar y, la relación del contenido con el afecto, entre otras cosas.

Y eso hice en estos días al escuchar al Rey Felipe VI, el viernes 20 y el sábado 21 de octubre al Presidente Rajoy, y claramente estaban hablando de algo más que aplicar el artículo 155 de la constitución Española.

Entonces de qué están hablando? Hablan desde la posibilidad de la pérdida de poder, porque lo que está en crisis es el Régimen del ’78. En ese año se hace la actual Constitución Española bajo la tutela del régimen Franquista que seguía manejando los hilos. Podríamos recordar la frase de Francisco Franco: todo lo dejé atado y bien atado, hoy en día se toma claramente consciencia que es bastante real, ya que, es muy íntima la relación entre el PP, Tribunal Supremo de Justicia, y la Casa Real. Pero entonces, que pasó? Creo que con estos casi 40 años de democracia el hilo de lo atado se aflojó un poco y hay que hacer algunas reformas para ponerlo de nuevo firme y bien atado.

Entonces, estamos en una crisis estructural del régimen, algo que excede al gobierno del PP. Con esto afirmo que lo que no cierra más es el modelo de la transición. Frente a esta crisis hay un pacto de elites para salvar el status quo, donde las grandes compañías, Conferencia Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), los partidos unionistas, los bancos, y la casa real (primera beneficiaria) se unen para salvar al estructura armada desde 1978. Desde ahí se entiende mejor el discurso del Rey Felipe VI que lo que hace es disciplinar a todos los actores, hablando desde una postura de enojado y tenso, para ponerlos a todos detrás suyo con un modelo de absoluta “contrareforma”.

Por ello, me animo a afirmar que estamos en una época clara de Contrareforma. Qué si existe una posibilidad de reformar la constitución, será con el criterio de involución: pensar la ley de partidos, reforma electoral, las autonomías. El escenario es de involución, debido a que el Gobierno Central de Madrid hace años se olvidó de hacer política, sino juega a prohibir, a poner preso, a la Guardia Civil, a la Audiencia Nacional y a decir: “de eso no se habla”.

Porque hay temas que no se quieren ni nombrar, como por ejemplo los casos de corrupción como: Caso Bárcenas, Caso Gürtel, Banco Popular, caja Madrid, Corrupción Financiera, y la relación del Gobierno de Madrid con estos casos.

O recordar que el fiscal General José Manuel Maza, que no para de enjuiciar a los catalanes está reprobado por las Cortes de Madrid, lo mismo que el ministro de Justicia Rafael Catalá. Es claro que el que no pudo no dimitir fue el fiscal anticorrupción Moix por participar de una sociedad en panamá, además fue acusado de no seguir los delitos de corrupción del PP y ahora se archivará la causa.

Es claro que cuando hay tantas cosas debajo de la alfombra, hay que aplicar bien fuerte el 155 aunque lo use extralimitándome, total el Tribunal Superior me lo organiza y permite. Por ello, apliquemos la ley, como nos conviene, para que todo vuelva a quedar bien atado.

Algo más que la independencia de Catalunya.

El discurso que pronunció el presidente Puigdemont el pasado martes 10 de octubre en el Parlament de Cataluña, constituyó un punto final provisorio luego de los hechos que han venido sucediendo en los últimos años y que deberían tener como colofón el nacimiento de la República Catalana.
La primera consulta al pueblo de Cataluña tuvo lugar el 13 de septiembre del 2009 en Arenys de Munt y se limitó al ámbito municipal y no fue vinculante. Había sido impulsada por el Moviment Arenyenc per a l’Autodeterminació. En esta consulta se formuló exclusivamente a los vecinos de Arenys de Munt la siguiente pregunta: «¿Está de acuerdo en que Cataluña pase a ser un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?»
A partir de entonces, se sucedieron más y nuevas apelaciones al pueblo catalán que constituyeron hitos en su camino a la actual situación. Entre esos hitos, uno muy destacado fue la gran manifestación por los recortes arbitrarios del nuevo estatuto de Autonomía que había sido votado por el Parlament, refrendado por la población y aprobado por la cortes de Madrid. Artífices de esta desafortunada intromisión en los asuntos catalanes fueron un grupo de jueces -afines al Partido Popular que gobierna España- miembros del Tribunal Superior de Justicia y disfrutado por el ex ministro Alfonso Guerra con su frase: “nos cepillamos su estatuto”.
Lo anteriormente escrito, es un punto clave en el planteo independentista: se jugó el derecho a ser oídos y respetados. Hasta ese entonces 2010 no se podía hablar de una mayoría independentista, pero desde ese momento no paró de crecer a base del atropello a los derechos ciudadanos. Creció a base de salir a defender sus derechos individuales de ser oídos y de defender su futuro.
Esta íntima fuerza motivadora dinamiza, a estas horas, el acontecer social y político de Cataluña y no parece sensato fundar esperanzas de comprensión del sentido último de nuestra lucha por parte de una clase política, tanto española como del espacio europeo, que ha permanecido sorda a todo cuanto no sea el rígido mantenimiento del statu quo.
Si cruje el Estado español y la incertidumbre por el futuro que cierne sobre la Unión Europea ello no ha de deberse, sin duda, al afán independentista de Cataluña sino, por el contrario, a razones infinitamente  más complejas, entre las cuales la corrupción (funcionarios del partido de gobierno español tienen graves causas abiertas en la justicia) y los problemas sociales que llevan décadas sin soluciones a la vista (como la crisis de los refugiados), han de tener alguna entidad como causas de la actual crisis española y continental. Allí debería dirigir su mirada la clase política europea, en vez de prender velas al cielo ante lo que denominan ominosa amenaza de secesiones nacionales por parte de otros pueblos que tal vez pudieran seguir el ejemplo de Cataluña. Ello no tiene porqué ser necesariamente así.
Cataluña no tiene nada más (pero tampoco nada menos) que la fuerza de la gente en las calles, esto es, un pueblo que reclama una vida más digna para sus habitantes y exhibe, orgulloso, una larga historia de luchas por su libertad.

Catalunya en su hora histórica. Una mirada profunda.

En nombre de un pasado de luchas heroicas y de valores morales defendidos por nuestros antepasados al precio de su vida y de su libertad, la patria catalana enfrenta hoy su hora más difícil pero también la oportunidad de entrar, de una vez y para siempre, por la puerta grande de la historia a un mundo multipolar en cierne y con su identidad milenaria ofrecida a los pueblos del orbe como su seña de identidad más específica.

Al pensar ciertos procesos mundiales o regionales, nos debemos remitir a la ciencia social moderna que nos convoca a considerarlos desde una perspectiva global u holística. Por ello, expondré un marco general antes de entrar al análisis de las bases del planteo independentista catalán.

Marco Social

La crisis económica que se desató hace unos años muestra la fragilidad del sistema, un sistema que no hace otra cosa que empacharse; que nos dice que no hay otra opción posible que el sistema mismo.

Se trata de un capitalismo que devino en un neoliberalismo de grupos de poder que se sostienen entre ellos y que hegemonizan un discurso vacío. Así las cosas, lo único evidente es que no hay nadie enfrente que pueda formular otra propuesta económico-social. Es frecuente escuchar planteos de solución política que no pasan de ser meros discursos morales (¡…debemos ser honestos y no robar…!). Pero no se trata de moral sino de política. Hay que entrar en el meollo del asunto y pensar una alternativa de modelo económico-social que incluya a todos. Pues es precisamente este el núcleo del problema económico: productividad, crecimiento, distribución justa y equitativa de los recursos.

Podemos afirmar que la crisis en que seguimos inmersos no es sólo económica; es social y, por sobre todo, psicológica, es decir, del sujeto mismo. Catalunya no ha estado al margen de las tendencias ideológicas que marcaron los ’90. Y la concepción filosófico política sintetizada en la fórmula «el fin de la historia» y el «fin de las ideologías» resultó, a la postre, la peor de las ideologías porque estimuló el individualismo y dio lugar a que apareciera una realidad marcada por una suerte de narcisismo social que impuso el repliegue egoísta sobre el coto privado y propio (barrios privados vallados), desentendiéndose así, el ciudadano, de toda forma de interés por el ser social del conjunto, por su calidad de vida y por el futuro de la casa común, que no es otra que nuestro propio país.

A lo anterior podemos agregarle que esta irrupción de la subjetividad como referencia nació del hastío ante imposiciones -eclesiásticas o jurídicas- equivocadas en tanto no identificaban los verdaderos problemas y, por ende, no proponían las soluciones adecuadas. El sujeto, ante la imposibilidad del cambio de las estructuras estatales, se planteó la necesidad de satisfacer sus necesidades por sus propios medios, ya que depositar expectativas en el Estado sólo conducía a la frustración.

Un ejemplo: el dinero que se pagó para salvar de su derrumbe a la banca española, cuando había sido esa misma banca la causa última de la crisis. La sociedad se indignó, pero no pudo articular ningún mecanismo para poner freno a ese pago y tuvo que contemplar pasivamente la eterna connivencia entre un poder político y la banca, que lo único que hacen es sostenerse mutuamente.

Esta eterna connivencia conlleva el manejo espurio de los dineros del Estado y la lentitud de la justicia o su no existencia. Por otra parte, genera un sentimiento de nihilismo o indiferencia frente a lo público que es la base de la destrucción de la solidaridad. Aunque en España siga gobernando un partido que debe hacer frente a numerosas denuncias de corrupción, el efecto no deseado de la impunidad toma la forma de algo peligrosamente parecido a la anomia, es decir, genera desinterés en la participación política.

Tenemos derecho a la independencia

A esta altura, cabría preguntarse, ¿cómo repercute todo esto en el proceso de independencia catalán?

El Govern ya puso fecha para el referéndum (1º de octubre). Está realizando todas las acciones pertinentes para que se pueda votar así como tomando todas las medidas para la posible desconexión teniendo presente que podría ganar el SÍ.

Frente a esto la única respuesta que ha dado el Gobierno de Madrid es ¡NO! La Constitución española -se dice erróneamente- no permite un referéndum. También se argumenta que no se puede modificar la Constitución para aprobar una consulta, pero el gobierno del PP aprobó una modificación de la Constitución para ayudar al establishment. Y, asimismo, se arguye que no se puede modificar el reglamento del Parlament Catalán para que algunas leyes se aprueben con una lectura única, pero esto también es inexacto pues hay muchos parlamentos autonómicos que poseen normas de este tipo.

Esta doble vara provoca un hastío en la sociedad catalana que hace que la mayoría de los jóvenes que viven en Catalunya sean independentistas, y eso no nace de la historia sino de la posibilidad de un futuro mejor, donde no haya tantas arbitrariedades legales o económicas. Por ejemplo: el caso Gürtel, la “operación Catalunya” que fue lo realizado por el ministerio del interior Español para hacer investigaciones y campañas contra políticos independentistas catalanes. En lo económico: en un período de 1985 al 2005 en Catalunya se construyo 20 km autovía y en Madrid 900 km, en Catalunya se paga peajes en las autopistas y en Madrid no. Catalunya aporta el 22% del PBI y recibe un 12%..

Esto no quiere decir, como piensan algunos de la izquierda argentina, que la independencia es un planteo de ricos que no quieren ayudar a los pobres. Porque no es sólo un tema económico, sino que es un problema social y cultural que nace del hastío.

Lo que está en juego es la libre determinación de un pueblo pero también su derecho a exigir que se lo trate en un pie de igualdad con otras naciones del mundo. Es la dignidad de los catalanes lo que está en juego cuando un ministro español se permite decir, por ejemplo, «…Hay que españolizar a los catalanes…»; o que «…Ustedes no pueden votar». Es intolerable e inaceptable la humillación implícita en esos desafortunados dichos del funcionario español, pues lo que nos está diciendo es que no podemos decidir sobre los asuntos que nos conciernen, como si fuéramos menores de edad y no supiéramos qué es lo mejor para nuestro futuro.

Está todavía fresca en nuestra memoria aquella decisión de un presidente catalán (socialista) que modificó el Estatuto de Autonomía, modificación que fue aprobada por el Parlamento de Catalunya y ratificada luego por el pueblo catalán en una votación. Lo que sucedió después fue, ni más ni menos, que un intento de humillación, porque en Madrid «retocaron» el Estatuto y el Superior Tribunal español lo cambió vulnerando así la decisión ciudadana. De este modo, un grupo de jueces se colocó por encima de la voluntad popular actuando de acuerdo con un ministro que pertenece al partido gobernante y que no tuvo reparos en decir: «…nos cepillamos su Estatuto».

Las razones del SÍ

En la misma línea de conducta, el gobierno español denigra a nuestras fuerzas policiales. Después de los atentados en las Ramblas y en Cambrils, donde se demostró un trabajo profesional de la policía autonómica, se advierte en diarios de Madrid la difamación hacia los Mossos d’Escuadra. “No hicieron bien las cosas” -escriben ciertos periodistas-; o también “Tenían la información enviada desde Bélgica”. Sin ningún escrúpulo construyen su posverdad mediática procurando el engaño y apostando a que la sociedad no lo perciba.

Acá está el centro del hastío catalán, que se entrecruza con el momento actual de la crisis mundial. Lo podemos resumir en una frase: quién mejor que yo para decidir mi futuro. Catalunya no sólo es una Nación; es un pueblo con su propia historia y con una tradición cultural e idiomática intransferiblemente propia. Es, además, un proyecto político-económico-cultural sustentable y realista. Y los efectos benéficos de la independencia alcanzarían a España en primer lugar, y a toda la Unión Europea que se enriquecería con la incorporación, al espacio común, de más diversidad en la unidad. Se trata de una unidad europea querida por los catalanes pero desde una identidad propia.

Desde ahí, se entiende que el gobierno de Madrid o los partidos unionistas no hagan campaña en favor del NO. Sólo apuntan a un “no se puede”, a un “no se debe”, amenazando con causas judiciales para lo cual citan a los funcionarios o políticos catalanes. La verdad queda expresada en el vacío de propuestas. No hay razones económicas, históricas y políticas para quedarse sosteniendo un Estado centralizado que no beneficia al ciudadano catalán en nada. Es claro que las únicas razones valederas que podrían esgrimir son las psicológicas: el sentimiento español -catalán; pero habría que ver cuántos esgrimen esas razones.

Por ello, las razones del Sí son más motivadoras. Porque no sólo invocan una identidad cultural relevante, no sólo expresan un anhelo histórico, sino que, sobre todo, implican una proyección hacia el futuro. Se trata del nacimiento de una nueva república sin el lastre de la vieja política, de la vigencia de instituciones que recauden lo que el país produce y del propósito de devolver constantemente a los habitantes los beneficios de la nueva gestión bajo la forma de una mayor y mejor calidad de vida.

Ya nada será igual

El procés, como se denomina a este período de tiempo independentista, está logrando una conexión entre el ciudadano y sus políticos, está logrando que se confíe en las instituciones y su proyección. Por sobre todo, está logrando una presencia de la ciudadanía que demanda. Y es claro que sea cual fuere el resultado ya nada será igual en Catalunya. Se rompió la confianza con el gobierno central y se busca un nuevo modo de representación al que Madrid insiste, equivocadamente, en descalificar.

El análisis final de los atentados de la Rambla ha mostrado a la ciudadanía catalana y al mundo que el Govern, a través de sus Mossos, tiene un claro control de su territorio. La ciudadanía catalana apartó a los xenófobos que querían echarle a culpa a los inmigrantes luego de los atentados de la Rambla. Hay un Estado autónomo en lo formal que ha demostrado al mundo que puede perfectamente ser un Estado independiente. Y la prensa internacional ha reconocido la actividad eficiente y decidida del Estado catalán para luchar contra el terror.

Sea cual fuere, entonces, el resultado del referéndum, nada puede volver a los carriles que pretende el Gobierno de Madrid. Ha habido un cambio en la sociedad. La ciudadanía catalana reclama sus derechos y aparta a los profesionales de la política que no acompañan sus aspiraciones. Un pueblo quiere ser libre en su propio Estado nacional y ofreciendo al mundo, como aporte original específico, su milenaria identidad.