Cataluña busca nuevos horizontes.

Luego de un tiempo demasiado largo, según mi opinión, se pudo lograr formar gobierno en Cataluña. Es verdad que se necesita tiempo para madurar y sopesar los procesos políticos-sociales de un grupo que está formado por varias corrientes ideológicas, pero no hemos de descartar la demasiada humanidad de los políticos con sus anhelos, ambiciones y narcisismo.
Dicho lo anterior, habría que hacer referencia que las anteriores complejidades se topan con la pared de un gobierno que extralimita sus autoridades usando el artículo 155, es decir, que gobiernan Enric Millo y Soraya Sáenz de Santamaría, aplicando criterios a sus gustos y repartiendo citaciones judiciales como caramelos afuera de un colegio.
Hay que recordar que dichos funcionarios pertenecen a un partido –el PP– que en Cataluña es minoritario y no tiene bloque propio en el Parlamento.
A pesar de ello, podemos decir que se eligió presidente a Joaquim “Quim” Torra Pla, nacido en Blanes de la Gran Girona, 28 de diciembre de 1962 de profesión abogado, editor y escritor. De ideología independentista catalana, que se reconoce hereditario de Francesc Macià. Desde 2018 es diputado de la XII legislatura del Parlamento de Cataluña en el grupo parlamentario de Junts per Catalunya.
Es claro que el gobierno que quede formado por el nuevo presidente no podrá otra cosa que recuperar las instituciones y volver a plantear las leyes sociales que también fueron derogadas debido al grupo de partidos que apoyan el 155. No pudieron tocar la educación, pero sí pudieron reconocer como defensores de la patria a las Guardias Civiles que golpeaban a la gente, vanagloriarse de la gestión del pasado 1 de octubre (durante el referéndum soberanista) donde hubo cargas policiales, donde el foco está puesto en la amenaza, la violencia y mal uso de la justicia. Lo grave es que se tergiversó toda la legislación y se manipula el código penal 610-611. Todas las personas que puedan ejercer violencia lo podrán hacer siempre que al Estado le interese. Los partidos del 155 usaron los grupos de extrema derecha y el neonazismo para crear disturbios en la calle y no son castigados. Esto sucede porque se validó y condecoró las agresiones del 155.
Donde se pudo poner en prisión por tres años y medio a un joven rapero por hacer una canción en contra de la corona, ¡sí!, tres años de prisión porque es considerado terrorista. El gobierno central de Madrid sigue implementando el criterio de la judicialización y de la fuerza policial, pero nada frena que la sociedad siga saliendo a la calle y pacíficamente repudie a un rey que no lo considera propio, una corona que se cuida de los intereses sectarios del partido gobernante y no crea lazos.
Será verdad que la república catalana no está tan cerca como pensamos, pero el desafecto y las ganas de crear algo nuevo son de una base social que no se desinfla, que busca nuevos horizontes políticos-sociales como gente de paz.

La voluntad política.

https://www.pagina12.com.ar/108431-la-voluntad-politica-de-los-separatistas

El procés para la independencia de Cataluña se encuentra en un momento de replanteos. El bloque independentista integrado por Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y Candidatura de Unidad Popular (CUP) alcanzó, el 21 de diciembre pasado, una mayoría en Diputados con un 48 % de los votos frente al grupo unionista que contabilizó un 42 % y un remanente de indecisos del 9 %. Pero, aun así, los primeros no logran formar gobierno.
Así las cosas y ya avanzado 2018, lo más sensato parecería ser la identificación de algún curso de acción favorable al diálogo con el gobierno central de Madrid. Llegar a un acuerdo político, de eso se trata.
El independentismo catalán siempre pensó que Europa iba a intervenir, si no en favor de Cataluña, sí a favor de la negociación. Una especie de mediación. Pero los hechos, tozudos y ríspidos, mostraron otra cosa. La represión del 1º de octubre sólo obtuvo, de parte de la Unión Europea (UE), el silencio, lo cual ya ha dejado claro a todos los actores involucrados (incluso a Rajoy) que si Europa elige, elige el statu quo.
Seis meses después, el panorama muestra una fallida proclamación de la independencia, medio Govern a la prisión y medio Govern al exilio y una exacerbación del resorte represivo del Estado español imprevista y sin precedentes.
No obstante, ha sido la voluntad política de Cataluña la que ha llevado las cosas al escenario actual. El procés tocó la fibra más honda del narcisismo español, que respondió claramente con una sesgada interpretación judicial que transformó toda acción del independentismo en rebelión y sedición y, ahora, en terrorismo.
La voluntad política que habita detrás de esa idea legítima que es Cataluña libre ha precipitado, también, un escenario en el cual una cosa es lo que dice el Ejecutivo europeo y otra lo que dicen y hacen el Poder Judicial y el Parlamento de la UE. En esos ámbitos, la causa catalana luce mejor semblante. Grupos parlamentarios de distintos países comienzan a considerar la resolución política del conflicto y habrá que ver si el juez español Llarena lleva lo resuelto por la justicia alemana en favor de Carles Puigdemont a los tribunales europeos.
Creo que la voluntad política, constante y sin desmayos, en tándem con los despropósitos del narcisismo español, nos conducirán, más temprano que tarde, y por la vía de la razón, a la comprensión de todos que los derechos de los pueblos, en el caso catalán, significan, excluyentemente, autodeterminación e independencia.

Dos Sedes para un sólo Gobierno, formula riesgosa.

https://www.pagina12.com.ar/95170-dos-sedes-para-un-solo-gobierno-formula-riesgosa

No es fácil entender desde este lado del Atlántico lo que pasa hoy en Catalunya, se percibe como extraño y como que Madrid frenó todo y el independentismo se acabó.

Por eso es interesante poder tomar un poco de distancia de los hechos inminentes para poder reflexionar en distintos niveles de análisis la situación actual política catalana.

El Gobierno central de Madrid, impuso el artículo 155 que le otorga ciertas atribuciones pero no tantas como las que se tomó. Tanto fue así que convocaron a elecciones suponiendo que ganaban con seguridad, e Iñigo Méndez de Vigo -portavoz y ministro de Educación- dijo: «Veríamos bien que Puigdemont se presente a las elecciones». Fue lo que ocurrió. Puigdemont no sólo se presentó sino que el independentismo que él representaba y representa ganó con claridad. Pero enseguida apareció el nuevo obstáculo. El Estado español asumió una posición que puede resumirse como sigue: Puigdemont no puede ser presidente porque ha violado la ley y vive en el extranjero y si quiere jurar como presidente deberá presentarse a la justicia de su país para, de ese modo, estar ahora en condiciones de … ser encarcelado, con lo cual tampoco podrá jurar como presidente.

¿Los independentistas? Una de las fortalezas del independentismo es su transversalidad ideológica y cultural, con el valor agregado de que ello no impide pensar en un proyecto estratégico común como es la independencia. Algo parecido pasó en las elecciones del 2015, cuando, en vez de Artur Mas asumió el ahora candidato de JuntsxCat (Junts per Catalunya).

En otro nivel de análisis los independentistas se dieron de narices con la pared del Estado al que tal vez supusieron menos violento y más inclinado al diálogo. Un error de cálculo en todo caso. Y a ello se suma que, de Europa, el independentismo catalán, por ahora, no puede esperar nada.

Hoy, los independentistas están buscando estrategias para poder cumplir con lo propuesto en las elecciones del 21-D (“Puigdemont Presidente”), evitando más encarcelamientos al calor de ese instrumento represivo en que ha devenido el artículo 155 de la Constitución del Estado español.

Una de las propuestas que circulan a estas horas es que haya un gobierno en el exilio, el “Govern de la Republica”, y un gobierno en Catalunya que restituya el poder a los catalanes. Se trata de una fórmula riesgosa, ya que no hay que descartar que Madrid no cumpla su palabra y no restituya todos los poderes a un gobierno autónomo. De suceder esto podríamos pensar que, Puigdemont President de la República en el Exilio y Elsa Artadi o Jordi Turull como President Autonómic, que respondería a Bruselas.

Después del 21-D podemos decir que el planteo independentista sigue su camino, que logró formar mayoría en diputados y prontamente formará gobierno, y que no abandonó bajo ninguna circunstancia el camino pacifista.

Por otro lado, se supone que en Marzo habrá otra ofensiva judicial con más encausados y que mas líderes del independentismo irán a prisión y quedarán inhabilitados; con ello afirmo que el Gobierno de Madrid, claramente renuncia a hacer política, que no le teme a quedar mal en el exterior y que su única estrategia es el uso de la legalidad, excepto, claro está, cuando en el juzgado testifican sobre la corrupción del gobernante Partido Popular, de Mariano Rajoy, como viene testificando Correa en los tribunales de Valencia.

Una lucha pacífica y transversal.

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Con la distancia que proporciona el tiempo, aun el breve tiempo transcurrido, podemos encarar ahora el análisis del dato duro de la coyuntura política en Cataluña, esto es, el “exilio” del president Puigdemont en Bélgica.
La realidad de las cosas, confusa al principio por obra de un fuego mediático interesado menos en aclarar que en oscurecer, ha ido sedimentando, paulatinamente, la certeza de que Carles Puigdemont tomó la mejor decisión -tal vez la única con que contaba en su circunstancia concreta- que podía tomar. Evitó la violencia. Evitó la masacre. Sus partidarios y aun los que, sin serlo, aspiran a la independencia o, simplemente, a que las diferencias se resuelvan mediante el diálogo y la negociación, lo hubieran defendido. Y las fuerzas policíacas del Estado español, que el 1 de octubre no escatimaron violencia descargada sobre ciudadanos que manifestaban en paz, habrían hecho lo mismo esta vez y -el lógico presumirlo- tal vez se hubieran perdido vidas.
La gran lucha por la independencia es grande porque es pacífica, transversal e inclusiva; y porque es una lucha que nace de valores como la democracia, la libertad y la dignidad. Por eso la gente sale a la calle y se manifiesta y expresa su indignación cantando. Brilla con luz propia la calidad espiritual del pueblo catalán, y mucho más brilla por oposición con la desaforada imagen represiva del gobierno del Partido Popular de España presidido por Mariano Rajoy.
La inteligente actitud del pueblo catalán (que no por inteligente deja de ser espontánea) contrasta con la de un gobierno ya vivido como exterior a Cataluña que, además, se halla, por estos días, persiguiendo a muchos jóvenes activistas de la redes debido a que muestran videos de los actos de violencia del 1 de octubre; así fue como se llevaron esposada, frente a sus hijos menores, a una señora joven por manifestar su indignación en el Facebook. Junto al miedo que se intenta derramar en la población, se ven las detenciones de 9 consellers del govern y el pedido de detención del president Puigdemont y los 4 consellers que faltan para poner en prisión a todo el gobierno Catalán.
Hay allí un propósito avieso y perverso: la provocación. El Estado español provoca buscando escenarios de violencia. Tendría, de ese modo, una excusa frente a Europa para intervenir por más tiempo y desactivar el entramado social pacífico catalán. Y, junto a ello, la amenaza: el Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de España, general de Ejército Fernando Alejandre, ha escrito una columna, en el diario monárquico ABC, en la que señala que “la historia demuestra que, llegado el caso, los españoles y con ellos las Fuerzas Armadas, sabemos defender nuestra Nación”.
Pero hasta ahora Rajoy está fracasando en su objetivo de enervar la pacífica lucha independentista catalana. No sólo porque los catalanes no se han dejado provocar ni lo harán en el futuro, sino porque es la propia Unión Europea la que sintoniza mejor con la actitud de paz y diálogo. Claramente Europa le dijo a Rajoy que se abstenga de la violencia y que la intervención dure poco. Y así, de los seis meses planificados en un principio, el gobierno español ha dicho ya que la anomalía institucional que significa su presencia cuasimilitar en Cataluña sólo durará siete semanas, es decir, hasta las elecciones del jueves 21 de diciembre próximo.
Es de lamentar, sin embargo, que los problemas no terminen ahí. El gobierno español jugó la baza de que los independentistas no se presentarían a elecciones, pero ha perdido o está en vías de perder, porque los partidos de la independencia no sólo se presentarán sino que es probable que vuelvan a ganar. Ante ello, los que se llenan la boca con “la ley” han dicho que, de nuevo, cambiarán la ley por el garrote. En efecto, Enric Millo, delegado del gobierno de Madrid en Barcelona, dijo: “si ganan, aplicaremos nuevamente el 155”. Y lo mismo dijeron el vicepresidente del Senado de Madrid, Pedro Sanz, y el presidente del Partido Popular (PP) en Cataluña, Xavier García Albiol.
Por tales motivos cabe citar aquí la prescripción de Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27). Las leyes están para servir al hombre y no de otra forma. Así deberán ser las cosas y por el camino de la paz social. Si hay una mayoría catalana que reclama ser escuchada, no se la puede ignorar con una mala interpretación de la Constitución. Y debo enfatizar aquí lo de “mala interpretación”, ya que la autodeterminación de los pueblos es una de las bases del derecho internacional, es parte de los Pactos internacionales de derechos civiles y políticos, y de derechos económicos, sociales y culturales de 19 de diciembre de 1966 que España aceptó en ese año y, luego ratificó en el artículo 96 de la Constitución Española del 78.

La Crisis del Régimen del 78.

https://www.pagina12.com.ar/71469-la-crisis-del-regimen-del-78.

Una de las tareas de ser psicólogo es el escuchar. Que es más que la sola acción de oír, sino de poder escuchar “el todo” del hablante, desde sus silencios, sus posturas, los énfasis en el hablar y, la relación del contenido con el afecto, entre otras cosas.

Y eso hice en estos días al escuchar al Rey Felipe VI, el viernes 20 y el sábado 21 de octubre al Presidente Rajoy, y claramente estaban hablando de algo más que aplicar el artículo 155 de la constitución Española.

Entonces de qué están hablando? Hablan desde la posibilidad de la pérdida de poder, porque lo que está en crisis es el Régimen del ’78. En ese año se hace la actual Constitución Española bajo la tutela del régimen Franquista que seguía manejando los hilos. Podríamos recordar la frase de Francisco Franco: todo lo dejé atado y bien atado, hoy en día se toma claramente consciencia que es bastante real, ya que, es muy íntima la relación entre el PP, Tribunal Supremo de Justicia, y la Casa Real. Pero entonces, que pasó? Creo que con estos casi 40 años de democracia el hilo de lo atado se aflojó un poco y hay que hacer algunas reformas para ponerlo de nuevo firme y bien atado.

Entonces, estamos en una crisis estructural del régimen, algo que excede al gobierno del PP. Con esto afirmo que lo que no cierra más es el modelo de la transición. Frente a esta crisis hay un pacto de elites para salvar el status quo, donde las grandes compañías, Conferencia Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), los partidos unionistas, los bancos, y la casa real (primera beneficiaria) se unen para salvar al estructura armada desde 1978. Desde ahí se entiende mejor el discurso del Rey Felipe VI que lo que hace es disciplinar a todos los actores, hablando desde una postura de enojado y tenso, para ponerlos a todos detrás suyo con un modelo de absoluta “contrareforma”.

Por ello, me animo a afirmar que estamos en una época clara de Contrareforma. Qué si existe una posibilidad de reformar la constitución, será con el criterio de involución: pensar la ley de partidos, reforma electoral, las autonomías. El escenario es de involución, debido a que el Gobierno Central de Madrid hace años se olvidó de hacer política, sino juega a prohibir, a poner preso, a la Guardia Civil, a la Audiencia Nacional y a decir: “de eso no se habla”.

Porque hay temas que no se quieren ni nombrar, como por ejemplo los casos de corrupción como: Caso Bárcenas, Caso Gürtel, Banco Popular, caja Madrid, Corrupción Financiera, y la relación del Gobierno de Madrid con estos casos.

O recordar que el fiscal General José Manuel Maza, que no para de enjuiciar a los catalanes está reprobado por las Cortes de Madrid, lo mismo que el ministro de Justicia Rafael Catalá. Es claro que el que no pudo no dimitir fue el fiscal anticorrupción Moix por participar de una sociedad en panamá, además fue acusado de no seguir los delitos de corrupción del PP y ahora se archivará la causa.

Es claro que cuando hay tantas cosas debajo de la alfombra, hay que aplicar bien fuerte el 155 aunque lo use extralimitándome, total el Tribunal Superior me lo organiza y permite. Por ello, apliquemos la ley, como nos conviene, para que todo vuelva a quedar bien atado.

Algo más que la independencia de Catalunya.

El discurso que pronunció el presidente Puigdemont el pasado martes 10 de octubre en el Parlament de Cataluña, constituyó un punto final provisorio luego de los hechos que han venido sucediendo en los últimos años y que deberían tener como colofón el nacimiento de la República Catalana.
La primera consulta al pueblo de Cataluña tuvo lugar el 13 de septiembre del 2009 en Arenys de Munt y se limitó al ámbito municipal y no fue vinculante. Había sido impulsada por el Moviment Arenyenc per a l’Autodeterminació. En esta consulta se formuló exclusivamente a los vecinos de Arenys de Munt la siguiente pregunta: «¿Está de acuerdo en que Cataluña pase a ser un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?»
A partir de entonces, se sucedieron más y nuevas apelaciones al pueblo catalán que constituyeron hitos en su camino a la actual situación. Entre esos hitos, uno muy destacado fue la gran manifestación por los recortes arbitrarios del nuevo estatuto de Autonomía que había sido votado por el Parlament, refrendado por la población y aprobado por la cortes de Madrid. Artífices de esta desafortunada intromisión en los asuntos catalanes fueron un grupo de jueces -afines al Partido Popular que gobierna España- miembros del Tribunal Superior de Justicia y disfrutado por el ex ministro Alfonso Guerra con su frase: “nos cepillamos su estatuto”.
Lo anteriormente escrito, es un punto clave en el planteo independentista: se jugó el derecho a ser oídos y respetados. Hasta ese entonces 2010 no se podía hablar de una mayoría independentista, pero desde ese momento no paró de crecer a base del atropello a los derechos ciudadanos. Creció a base de salir a defender sus derechos individuales de ser oídos y de defender su futuro.
Esta íntima fuerza motivadora dinamiza, a estas horas, el acontecer social y político de Cataluña y no parece sensato fundar esperanzas de comprensión del sentido último de nuestra lucha por parte de una clase política, tanto española como del espacio europeo, que ha permanecido sorda a todo cuanto no sea el rígido mantenimiento del statu quo.
Si cruje el Estado español y la incertidumbre por el futuro que cierne sobre la Unión Europea ello no ha de deberse, sin duda, al afán independentista de Cataluña sino, por el contrario, a razones infinitamente  más complejas, entre las cuales la corrupción (funcionarios del partido de gobierno español tienen graves causas abiertas en la justicia) y los problemas sociales que llevan décadas sin soluciones a la vista (como la crisis de los refugiados), han de tener alguna entidad como causas de la actual crisis española y continental. Allí debería dirigir su mirada la clase política europea, en vez de prender velas al cielo ante lo que denominan ominosa amenaza de secesiones nacionales por parte de otros pueblos que tal vez pudieran seguir el ejemplo de Cataluña. Ello no tiene porqué ser necesariamente así.
Cataluña no tiene nada más (pero tampoco nada menos) que la fuerza de la gente en las calles, esto es, un pueblo que reclama una vida más digna para sus habitantes y exhibe, orgulloso, una larga historia de luchas por su libertad.

Catalunya en su hora histórica. Una mirada profunda.

En nombre de un pasado de luchas heroicas y de valores morales defendidos por nuestros antepasados al precio de su vida y de su libertad, la patria catalana enfrenta hoy su hora más difícil pero también la oportunidad de entrar, de una vez y para siempre, por la puerta grande de la historia a un mundo multipolar en cierne y con su identidad milenaria ofrecida a los pueblos del orbe como su seña de identidad más específica.

Al pensar ciertos procesos mundiales o regionales, nos debemos remitir a la ciencia social moderna que nos convoca a considerarlos desde una perspectiva global u holística. Por ello, expondré un marco general antes de entrar al análisis de las bases del planteo independentista catalán.

Marco Social

La crisis económica que se desató hace unos años muestra la fragilidad del sistema, un sistema que no hace otra cosa que empacharse; que nos dice que no hay otra opción posible que el sistema mismo.

Se trata de un capitalismo que devino en un neoliberalismo de grupos de poder que se sostienen entre ellos y que hegemonizan un discurso vacío. Así las cosas, lo único evidente es que no hay nadie enfrente que pueda formular otra propuesta económico-social. Es frecuente escuchar planteos de solución política que no pasan de ser meros discursos morales (¡…debemos ser honestos y no robar…!). Pero no se trata de moral sino de política. Hay que entrar en el meollo del asunto y pensar una alternativa de modelo económico-social que incluya a todos. Pues es precisamente este el núcleo del problema económico: productividad, crecimiento, distribución justa y equitativa de los recursos.

Podemos afirmar que la crisis en que seguimos inmersos no es sólo económica; es social y, por sobre todo, psicológica, es decir, del sujeto mismo. Catalunya no ha estado al margen de las tendencias ideológicas que marcaron los ’90. Y la concepción filosófico política sintetizada en la fórmula «el fin de la historia» y el «fin de las ideologías» resultó, a la postre, la peor de las ideologías porque estimuló el individualismo y dio lugar a que apareciera una realidad marcada por una suerte de narcisismo social que impuso el repliegue egoísta sobre el coto privado y propio (barrios privados vallados), desentendiéndose así, el ciudadano, de toda forma de interés por el ser social del conjunto, por su calidad de vida y por el futuro de la casa común, que no es otra que nuestro propio país.

A lo anterior podemos agregarle que esta irrupción de la subjetividad como referencia nació del hastío ante imposiciones -eclesiásticas o jurídicas- equivocadas en tanto no identificaban los verdaderos problemas y, por ende, no proponían las soluciones adecuadas. El sujeto, ante la imposibilidad del cambio de las estructuras estatales, se planteó la necesidad de satisfacer sus necesidades por sus propios medios, ya que depositar expectativas en el Estado sólo conducía a la frustración.

Un ejemplo: el dinero que se pagó para salvar de su derrumbe a la banca española, cuando había sido esa misma banca la causa última de la crisis. La sociedad se indignó, pero no pudo articular ningún mecanismo para poner freno a ese pago y tuvo que contemplar pasivamente la eterna connivencia entre un poder político y la banca, que lo único que hacen es sostenerse mutuamente.

Esta eterna connivencia conlleva el manejo espurio de los dineros del Estado y la lentitud de la justicia o su no existencia. Por otra parte, genera un sentimiento de nihilismo o indiferencia frente a lo público que es la base de la destrucción de la solidaridad. Aunque en España siga gobernando un partido que debe hacer frente a numerosas denuncias de corrupción, el efecto no deseado de la impunidad toma la forma de algo peligrosamente parecido a la anomia, es decir, genera desinterés en la participación política.

Tenemos derecho a la independencia

A esta altura, cabría preguntarse, ¿cómo repercute todo esto en el proceso de independencia catalán?

El Govern ya puso fecha para el referéndum (1º de octubre). Está realizando todas las acciones pertinentes para que se pueda votar así como tomando todas las medidas para la posible desconexión teniendo presente que podría ganar el SÍ.

Frente a esto la única respuesta que ha dado el Gobierno de Madrid es ¡NO! La Constitución española -se dice erróneamente- no permite un referéndum. También se argumenta que no se puede modificar la Constitución para aprobar una consulta, pero el gobierno del PP aprobó una modificación de la Constitución para ayudar al establishment. Y, asimismo, se arguye que no se puede modificar el reglamento del Parlament Catalán para que algunas leyes se aprueben con una lectura única, pero esto también es inexacto pues hay muchos parlamentos autonómicos que poseen normas de este tipo.

Esta doble vara provoca un hastío en la sociedad catalana que hace que la mayoría de los jóvenes que viven en Catalunya sean independentistas, y eso no nace de la historia sino de la posibilidad de un futuro mejor, donde no haya tantas arbitrariedades legales o económicas. Por ejemplo: el caso Gürtel, la “operación Catalunya” que fue lo realizado por el ministerio del interior Español para hacer investigaciones y campañas contra políticos independentistas catalanes. En lo económico: en un período de 1985 al 2005 en Catalunya se construyo 20 km autovía y en Madrid 900 km, en Catalunya se paga peajes en las autopistas y en Madrid no. Catalunya aporta el 22% del PBI y recibe un 12%..

Esto no quiere decir, como piensan algunos de la izquierda argentina, que la independencia es un planteo de ricos que no quieren ayudar a los pobres. Porque no es sólo un tema económico, sino que es un problema social y cultural que nace del hastío.

Lo que está en juego es la libre determinación de un pueblo pero también su derecho a exigir que se lo trate en un pie de igualdad con otras naciones del mundo. Es la dignidad de los catalanes lo que está en juego cuando un ministro español se permite decir, por ejemplo, «…Hay que españolizar a los catalanes…»; o que «…Ustedes no pueden votar». Es intolerable e inaceptable la humillación implícita en esos desafortunados dichos del funcionario español, pues lo que nos está diciendo es que no podemos decidir sobre los asuntos que nos conciernen, como si fuéramos menores de edad y no supiéramos qué es lo mejor para nuestro futuro.

Está todavía fresca en nuestra memoria aquella decisión de un presidente catalán (socialista) que modificó el Estatuto de Autonomía, modificación que fue aprobada por el Parlamento de Catalunya y ratificada luego por el pueblo catalán en una votación. Lo que sucedió después fue, ni más ni menos, que un intento de humillación, porque en Madrid «retocaron» el Estatuto y el Superior Tribunal español lo cambió vulnerando así la decisión ciudadana. De este modo, un grupo de jueces se colocó por encima de la voluntad popular actuando de acuerdo con un ministro que pertenece al partido gobernante y que no tuvo reparos en decir: «…nos cepillamos su Estatuto».

Las razones del SÍ

En la misma línea de conducta, el gobierno español denigra a nuestras fuerzas policiales. Después de los atentados en las Ramblas y en Cambrils, donde se demostró un trabajo profesional de la policía autonómica, se advierte en diarios de Madrid la difamación hacia los Mossos d’Escuadra. “No hicieron bien las cosas” -escriben ciertos periodistas-; o también “Tenían la información enviada desde Bélgica”. Sin ningún escrúpulo construyen su posverdad mediática procurando el engaño y apostando a que la sociedad no lo perciba.

Acá está el centro del hastío catalán, que se entrecruza con el momento actual de la crisis mundial. Lo podemos resumir en una frase: quién mejor que yo para decidir mi futuro. Catalunya no sólo es una Nación; es un pueblo con su propia historia y con una tradición cultural e idiomática intransferiblemente propia. Es, además, un proyecto político-económico-cultural sustentable y realista. Y los efectos benéficos de la independencia alcanzarían a España en primer lugar, y a toda la Unión Europea que se enriquecería con la incorporación, al espacio común, de más diversidad en la unidad. Se trata de una unidad europea querida por los catalanes pero desde una identidad propia.

Desde ahí, se entiende que el gobierno de Madrid o los partidos unionistas no hagan campaña en favor del NO. Sólo apuntan a un “no se puede”, a un “no se debe”, amenazando con causas judiciales para lo cual citan a los funcionarios o políticos catalanes. La verdad queda expresada en el vacío de propuestas. No hay razones económicas, históricas y políticas para quedarse sosteniendo un Estado centralizado que no beneficia al ciudadano catalán en nada. Es claro que las únicas razones valederas que podrían esgrimir son las psicológicas: el sentimiento español -catalán; pero habría que ver cuántos esgrimen esas razones.

Por ello, las razones del Sí son más motivadoras. Porque no sólo invocan una identidad cultural relevante, no sólo expresan un anhelo histórico, sino que, sobre todo, implican una proyección hacia el futuro. Se trata del nacimiento de una nueva república sin el lastre de la vieja política, de la vigencia de instituciones que recauden lo que el país produce y del propósito de devolver constantemente a los habitantes los beneficios de la nueva gestión bajo la forma de una mayor y mejor calidad de vida.

Ya nada será igual

El procés, como se denomina a este período de tiempo independentista, está logrando una conexión entre el ciudadano y sus políticos, está logrando que se confíe en las instituciones y su proyección. Por sobre todo, está logrando una presencia de la ciudadanía que demanda. Y es claro que sea cual fuere el resultado ya nada será igual en Catalunya. Se rompió la confianza con el gobierno central y se busca un nuevo modo de representación al que Madrid insiste, equivocadamente, en descalificar.

El análisis final de los atentados de la Rambla ha mostrado a la ciudadanía catalana y al mundo que el Govern, a través de sus Mossos, tiene un claro control de su territorio. La ciudadanía catalana apartó a los xenófobos que querían echarle a culpa a los inmigrantes luego de los atentados de la Rambla. Hay un Estado autónomo en lo formal que ha demostrado al mundo que puede perfectamente ser un Estado independiente. Y la prensa internacional ha reconocido la actividad eficiente y decidida del Estado catalán para luchar contra el terror.

Sea cual fuere, entonces, el resultado del referéndum, nada puede volver a los carriles que pretende el Gobierno de Madrid. Ha habido un cambio en la sociedad. La ciudadanía catalana reclama sus derechos y aparta a los profesionales de la política que no acompañan sus aspiraciones. Un pueblo quiere ser libre en su propio Estado nacional y ofreciendo al mundo, como aporte original específico, su milenaria identidad.

Catalanes en Argentina: gran entusiasmo y muchas trabas para votar en el reférendum independentista

https://www.clarin.com/mundo/catalanes-argentina-gran-entusiasmo-muchas-trabas-votar-referendum-independentista_0_HytZxY5iW.html

La comunidad catalana en Argentina, la segunda mayor del mundo, vive con «mucha intensidad» el proceso de independencia de Cataluña, pero muy pocos pudieron votar para el referéndum del próximo domingo por las trabas derivadas de su impugnación por la Justicia, y aún está por verse si España no bloqueará sus votos.

De los 32.000 catalanes presentes en el país, apenas «alrededor de 500» pudieron votar por correo para la consulta, según indicó el vicepresidente de la Federación Internacional de Entidades Catalanas (FIEC), Josep Puig Bóo.

Esta participación tan baja se explica por las dificultades a las que se enfrentaron los votantes en el extranjero que intentaron sortear la maquinaria desplegada por el gobierno del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, para cumplir con la suspensión del referéndum dictada por el Tribunal Constitucional.

Al ser considerado «ilegal» por el Estado central, las autoridades catalanas se vieron privadas de un censo oficial y tuvieron que instar a los residentes en el exterior a inscribirse antes del 6 de septiembre en un registro voluntario del gobierno regional, requisito fundamental para poder emitir el voto.

La comunidad catalana en Argentina, la segunda mayor del mundo, vive con «mucha intensidad» el proceso de independencia de Cataluña, pero muy pocos pudieron votar para el referéndum del próximo domingo por las trabas derivadas de su impugnación por la Justicia, y aún está por verse si España no bloqueará sus votos.

De los 32.000 catalanes presentes en el país, apenas «alrededor de 500» pudieron votar por correo para la consulta, según indicó el vicepresidente de la Federación Internacional de Entidades Catalanas (FIEC), Josep Puig Bóo.

Esta participación tan baja se explica por las dificultades a las que se enfrentaron los votantes en el extranjero que intentaron sortear la maquinaria desplegada por el gobierno del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, para cumplir con la suspensión del referéndum dictada por el Tribunal Constitucional.

Al ser considerado «ilegal» por el Estado central, las autoridades catalanas se vieron privadas de un censo oficial y tuvieron que instar a los residentes en el exterior a inscribirse antes del 6 de septiembre en un registro voluntario del gobierno regional, requisito fundamental para poder emitir el voto.

Si bien en la Argentina (cuya comunidad catalana es la segunda del mundo tras la de Francia) las entidades catalanas hicieron campañas de comunicación a favor de la inscripción y votación, las «trabas» administrativas y la falta de lazos fuertes con la catalanidad de ciertos descendientes limitaron el número de registrados.

«No es un trámite sencillo por todas las necesidades burocráticas y legales para mantener la seguridad del registro», declaró Puig Bóo en entrevista con Télam, y destacó además que «no hay cultura clara en esta zona de América para registrarse»

Una alegría para los catalanes en la diáspora.

La declaración de hoy para los catalanes de la diáspora realmente es un logro, un anhelo que muchos lo escuchamos desde chicos, pero pensamos que no íbamos a llegarlo concretarse.  Para nosotros, y para mí, seguir toda la votación fue un momento de mucha euforia y de mucho placer. Soy también conciente de que nada fue pactado: 18 veces se intentó pactar un referendo y no se pudo concretar. Y esto se debe a que hay toda una metodología desde el gobierno central de Madrid que no quiere oìr,  que no desea escuchar ni negociar. Para la cultura castellana, la negociación es señal de debilidad y eso queda demostrado en el ejercicio de fuerza que hicieron el 1 de octubre apaleando gente. Sobre todo, no dejando que se pueda votar, que se pueda decidir.

Creo que para los argentinos, desde este lado del mundo, es mucho más interesante ver qué está sucediendo desde una mirada un poco más abarcadora, desde una mirada un poco más sociológica, psicológica, sociológica y no encerrarse en el discurso del derecho.

Como sabemos los que hemos tratado con abogados, las leyes caducan, cambian. Si no entendemos lo que pasa como un cambio epocal, sino lo entendemos dentro de un proceso en el que también estuvo involucrado Argentina en el quiebre del 2001, si no lo entendemos dentro de un proceso que incluyó el 2015, la primavera árabe, no vamos a entender lo que pasó hoy en Cataluña.

Para usar términos psicoanalíticos, hay un malestar en la cultura muy fuerte. Para mí, hay claramente, un malestar en la cultura democrática, en la democracia de partidos, la democracia de acuerdos en despachos. Esa forma fue vaciando de contenidos a la democracia. El mal uso que hicieron algunos políticos del término democracia y de la gestión democrática y de la gestión política, la terminó vaciando de contenidos. Y ese vacío genera un descrédito frente a ciertos planteos. Por ejemplo, es muy fuerte que el partido popular, especialmente Mariano Rajoy hable de legalidad cuando él mismo, en el caso Gürtel, no la cumplió. El PP está implicado en un caso de corrupción en el que una jueza en Madrid dijo que vivían de la corrupción. Y esto lo dice una jueza madrileña.

Por eso es difícil creerle. Hay muchos dirigentes del PP con causas penales y causas judiciales. Con qué autoridad se habla de legalidad. En España, de buenas a primeras, se cambió la constitución en muy poco tiempo para salvaguardar a los bancos. Es decir, cuando se quiere, hay una mirada amplia que sostiene estructura de estado que ya están perimidas.

Con la independencia de Cataluña se demuestra que hay un régimen, el régimen del 78, momento en el que se hizo una constitución con el miedo que vuelva el franquismo (había muchos jueces que venían del gobierno anterior), la Alianza Popular, que es germen del Partido Popular. Un proceso similar al de aquí en el 83, en el que muchas decisiones que se tomaron tuvieron que ver con una apuesta a la democracia. Pero la situación en España y en Europa no es la misma. La Unión no cumple con los propios acuerdos para los refugiados, y termina siendo un club, no de países, sino de empresarios. Un dato es que hay presidentes del estado español que terminaron dirigiendo empresas europeas privadas.
Los negocios privados, los negocios con la política, van generando un sinsentido que llevarán a otros modos de vivir la democracia. La independencia de Cataluña nos lleva a un nuevo modo de vivir la democracia.
El presidente Carles Puigdemont dudó de declarar la independencia y la gente le volvió a decir dónde estaba, qué es lo que quería. El 1 de octubre constituye un hecho increíble porque la gente fue la que custodió las urnas para que se pudiera votar. La gente va a custodiar de la misma manera las instituciones.
Esperemos que en los próximos días, reine el espíritu de diálogo y la independencia sea origen de nuevos contenidos.

La Diada del 11 de septiembre.

http://www.infobae.com/opinion/2017/09/10/la-diada-del-11-de-septiembre

http://www.elcomercial.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=233599:la-diada-del-11-de-septiembre&catid=58&Itemid=59

El 11 de septiembre es una fecha muy cara para el pueblo catalán. No es una fecha trágica, por cierto, ya que los catalanes hemos sabido, a lo largo de nuestra rica y azarosa historia, convertir el infortunio en oportunidad para la afirmación, orgullosa y soberana, de nuestra propia patria. Pero si no hay tragedia en aquella fecha del año 1714, tampoco conmemoramos, ese día, un hecho feliz,  sino el hito fundacional de la pérdida de nuestra libertad que, paradójicamente, ha venido reafirmando, crecientemente, la identidad catalana y su exigencia de verdadera y definitiva independencia.

La expresión «Diada»  resultará extraña para muchos,  ya que poco se conoce de Catalunya. Este país, como todo territorio europeo, tuvo sus idas y vueltas. Sus primeros colonos se fueron aglutinando con otras culturas e hicieron nacer una nueva identidad. Catalunya fue el lugar de asentamiento griego desde el siglo VI antes de Cristo; luego fue puerto romano hasta que en el siglo IX, de la mano Carolingia, se conforma la organización feudal franca que, a fines del mismo siglo, fundará la organización nacional catalana que regirá  los destinos del país durante cinco siglos.

El  rey Martín el Humano no tuvo descendencia y a ello se debió que una rama castellana se introdujera en Catalunya. No obstante, siguieron vigentes las leyes que se habían promulgado y las instituciones parlamentarias catalanas que, junto al idioma propio, ya constituían  las específicas señas de identidad de un pueblo y de una nación.

La historia siguió su curso y, al cabo de varias revueltas protagonizadas por soberanos absolutistas, el pueblo catalán fue consolidando paulatinamente su personalidad y su idiosincrasia, tan diferentes de sus pueblos vecinos como para que Catalunya fuera considerada una presencia extranjera en suelo español. Por ello, el pueblo catalán no participó  de la conquista y colonización en América. Esto significa, entre otras cosas, que está exento de responsabilidad por aquella barbarie que  se ensañó con los pueblos originarios, desde el río Bravo a la Patagonia.

España nunca cejó en su afán uniformador y en su voluntad anexionista. En 1714, Catalunya resistíó frente a Felipe V y reconocó a Carlos de Austria como soberano, lo cual dio origen a la agresión militar española. Durante ocho meses, en 1714, Barcelona, la heroica capital de un pueblo que no renunciaba a su soberanía, fue asediada por una alianza de tropas castellanas y francesas. Y así, el 11 de septiembre de ese año, Barcelona cayó en manos de España. Inglaterra y Carlos de Austria, aliados naturales de Catalunya, no se hicieron presentes en el teatro de operaciones y el pueblo catalán fue abandonado a su suerte. La  Diada, es decir, la digna y justa lucha de Catalunya por su soberanía, es recordada, a partir de esa fecha, como el hito político fundacional del país catalán moderno.

Esta sucinta historia demuestra que la identidad catalana ha nacido al cabo de un proceso histórico de más de 1200 años, de los cuales sólo casi 300 se vivieron  bajo el dominio foráneo.

Desde el Siglo XIX, con el renacimiento catalán, ha venido cobrando fuerza el sentimiento nacional nunca acallado y siempre latente. Este proceso de afirmación, se ha dinamizado crecientemente debido a varias causas, entre las cuales  la hartura de los catalanes ante la arbitraria y humillante discriminación  a que se ve frecuentemente sometido por parte del poder central español, ha jugado un papel no menor. Los reiterados agravios ante el uso de nuestro idioma nacional se inscriben en esa línea de conducta centralista y antidemocrática.

Hoy en día,  hasta políticos de la Unión Europea han pensado en la posibilidad de una Catalunya independiente.  No hace mucho que el  ex presidente  de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, admitió,  por primera vez, que: «… en el caso hipotético de una secesión de Catalunya, la solución se tendría que encontrar y negociar en el marco legal internacional».  Se trata de una afirmación pletórica de sentido común y que rinde culto a la virtud del respeto hacia un pueblo que lo merece por el solo hecho de que reclama su derecho a existir soberanamente desde hace siglos. Es un avance en un mundo que igualmente avanza hacia el reconocimiento creciente de la singularidad cultural de pueblos y naciones.

Y no es sólo Catalunya. Es también, por caso, Quebec, con el reclamo francófono hacia el poder central de Canadá; es, asimismo, Escocia, que camina  en pos de iguales objetivos independentistas. Catalunya quiere recobrar las libertades y la personería jurídico-estatal propia que alguna vez tuvo  y que mostrará al mundo que hay una cultura milenaria que enriquece a la humanidad con su aporte original específico.