En este segundo artículo, sobre el enfoque centrado en la persona, me adentro a explicar la teoría rogeriana en lo que creo de mayor relevancia en la atención de un adulto mayor en un geriátrico.
Por ello, debemos remarcar que la psicología humanista hace incapié en el “rol activo” que tiene la persona para dar forma a su mundo interno y externo. Rogers tiene una mirada optimista del ser humano, donde afirma que somos activos y creativos.
Podemos distinguir que:
- Se basa en que toda persona tiene una tendencia al crecimiento, a la salud y a adaptarse.
- Para ello pone su eje en los elementos emocionales.
- La visión está fijada en el “aquí y ahora”.
- Considera que todo cambio que implique mejoras en el estado de la persona es operante y se manifiesta desde el momento actual, de modo que sus efectos benéficos no son un resultado a esperar en el futuro sino un activo del presente.
La persona que acompaña en el proceso se denominará “facilitador”. Con ello, se advierte que, en dicha teoría, es clave afirmar la igualdad entre los actores. El facilitador debe generar una escucha humanizadora, es decir, signada por el respeto, la empatía y la cordialidad. No debe ser una escucha directiva, sino una escucha donde se enfatiza que la relación debe ser horizontal y de igualdad, siempre en la línea de considerar a la persona (o cliente) como la responsable y única gestora de sus cambios.
De este modo, el objetivo es enfocarse en la persona, en que pueda creer, sabiendo que solamente ella (el cliente) podrá resolver sus dificultades y problemas. Nunca se centra en el problema, porque ello sería mirar una parte del todo y no el todo. Sería no ver la totalidad de la persona
La meta es ayudar a la persona a crecer, no a resolver su problema. De esta manera, será el mismo cliente el que podrá resolver su problema actual -y los que se presenten en el futuro- de una manera más eficaz.
Si el terapeuta deviene facilitador construyendo un clima empático, cálido y de confianza en la aceptación del otro, contribuirá a crear condiciones de cambio en la vida en el acompañado. Así podrá la persona (cliente) darle un nuevo significado a lo vivido en su pasado y vivir el presente con más libertad.
Concluimos este segundo artículo haciendo hincapié en que para ser facilitador hay que cultivar la propia persona, generando ciertas actitudes básicas: la congruencia, coherencia o autenticidad con uno mismo, logrando sentir paz interna que es lo que se trasmite a los otros, generando una compresión empática, ya que -en palabras de Carl Rogers- se trata de “Escuchar para comprender, no para responder”.
Josep Puig Bóo
Psicólogo – Director Residencia Geriátrica